domingo, 23 de septiembre de 2012

Über alles

O del servilismo de Guindos.

Cuando hace unas semanas el Guindos (así, "el Guindos", sin excelentísimo ni siquiera señor ministro, a la altura de su vulgaridad y estulticia políticas) dijo aquello de que "ahora España está haciendo lo que hizo Alemania hace 10 años" me quedé pasmado porque supuse que el personaje no tuvo agallas para continuar diciendo "es decir, estamos pagando la reunificación alemana". Éste sólo las tiene para hacer política facilona, contra las clases medias, para ver si nos retrotrae al siglo XIX, que es de lo que se trata más o menos.

La cuestión está en que hace 20 años largos otro astuto personaje vio que la reunificación de las dos Alemanias le podía ir muy bien si aprovechaba la euforia unificadora del cuarto Reich para sus propósitos personales -que como siempre se traducen en agarrarse a la poltrona y que los demás paguen después la ronda- y pasar a la posteridad con una más que dudosa gloria. Porque lo que hizo el orondo Kohl fue equiparar la paridad del marco del este paupérrimo con la del oeste opulento, creando un déficit brutal, que tenían que pagar, como no, las generaciones venideras. 

Eso sí, no la pagaron sólo los alemanes, sino que en cascada, hemos contribuido todos a aquel despropósito puramente electoralista. Cuando se reflexiona y observa atentamente,  puede percibirse que decisiones políticas de un pasado lejano pueden influir en el presente y en el futuro de millones de personas a las que la reelección del canciller les traía sin cuidado.Y es que 10 años después del exultante júbilo germánico, se encontraron con los números de la economía muy descolocados, e iniciaron un programa de ajuste brutal que se tradujo, como siempre, en un amordazamiento de los sindicatos, en una flexibilización laboral sin parangón en la historia alemana y en favorecer a cualquier precio a las grandes empresas para volver a hacer competitiva a la industria alemana, especialmente a la exportadora.

Esa política trajo como consecuencia primera, una expansión nunca vista de las empresas alemanas en los países emergentes (del este de Europa y en China, especialmente), gracias al empuje que le dieron a la deslocalización y la globalización, que mientras tanto nos vendían como algo muy interesante para las clases trabajadoras occidentales. Pero la realidad era bien distinta: mientras los trabajadores alemanes han visto reducirse constantemente su salarios reales durante estos 10 años, los beneficios de las políticas de ajuste iban a parar a las entidades de crédito, que empezaron a hinchar burbujas inmobiliarias alegremente por todo el continente, especialmente en el sur de Europa, merced a sus excedentes monetarios. Dinero caliente, que sirvió para recalentar las  economías vecinas hasta niveles insospechados unos pocos años antes.

Mientras tanto, claro, las clases trabajadoras alemanas veían como se sustituían contratos fijos por contratos temporales en una marea nunca vista hasta entonces, con reducciones de sueldo más que notables (despedir al trabajador fijo y volverlo a contratar con un contrato basura de éstos que nos dicen que genera empleo puede representar una reducción de sueldo de más del 30 por ciento). También con incrementos más que sensibles de las jornadas laborales; pérdida de derechos adquiridos y reducción de la protección social.

Este proceso, que ya muchos denominan sinificación, consiste en que (cito aquí textualmente el blog de José Ángel García Landa) el pseudo-comunismo chino va a ser el que dicte en última instancia el nivel de derechos de un trabajador, que serán bien pocos y quien decida cuáles será el mercado. En definitiva, vamos hacia una proletarización, o si se me permite decirlo de otra manera, hacia una eliminación progresiva de las clases medias. A partir de ahora, ya sólo habrá dos clases: una clase dirigente y una clase trabajadora, cada vez más uniformizada y alienada, sumida en el terror de un trabajo escaso y mal remunerado.

Digo yo que para ser pobres y apaleados no precisamos de tanta zarandaja, y tal vez tendríamos que arrearles de sopapos a nuestros dirigentes político-económicos, empezando por el Guindos y el vampiro Montoro, que sólo siguen los dictados que dejaron bien establecidos Milton Friedman y compañía. Y cuanto antes nos afanemos a ello, mejor, porque es obvio que en muy poco tiempo vamos a tener muy poco que perder, y tal vez sería mejor movilizarnos contra esos lacayos de lo global mientras todavía tenemos algo por lo que luchar.

Porque como ya llevan diez años  desgañitándose exasperados los movimientos antiglobalización, aquí perdemos todos los que no formamos parte de la élite dirigente, que barre para casa porque saben que sus privilegios dependen en gran medida de cuanto arramblen de nuestros bolsillos y del punto de servilismo que manifiesten respecto a sus amos globales y deslocalizados. Que conocen perfectamente que la estabilidad de esa élite reposa sobra un pedestal hecho con nuestras vidas y que han de tenernos bien sometidos y apisonados, compactos en nuestra miseria, para que ellos puedan tocar, aún, el cielo con la punta de los dedos.

Y así, mientras nos dicen que el camino que nos marcan es el ideal para asegurar un futuro de progreso y bienestar, y para recuperar el crecimiento y la riqueza, la verdad es que las empresas cada vez invierten más en paraísos laborales como China, sin impuestos ni cotizaciones sociales, sin derechos laborales, sin protección social, sin horarios regulados, sin vacaciones, ni nada que se le parezca. Así que no veo como este entusiasmo inversor por China puede generar confianza y riqueza en Occidente. Lo único que veo es que si no se vuelven a levantar barreras comerciales serias contra los países que ignoran los derechos de los trabajadores, si no se penaliza la escandalosa libre circulación de capitales especulativos y no se reprime la deslocalización como método de maximización de beneficios empresariales a costa de los salarios de los trabajadores, la única salida posible es un gradual y sostenido incremento de la violencia social, en todas sus manifestaciones, en las calles de Europa.

Así que Guindos, date cuenta, deja de hacerle el juego a Merkel y proclama por una vez  "Spanien über alles". Seguirías siendo un berzas, pero al menos no parecerías un kapo del Mauthausen  en que pretenden convertir a Europa tus amos del nuevo Reich milenario.

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