viernes, 14 de septiembre de 2012

Banderas y otros trapos

Por qué me obligan a ser nacionalista


En una entrada anterior me reafirmaba en mi independentismo, sin por ello ser nacionalista. A los que crean que esto constituye una contradicción les diré, de nuevo, que mi independentismo es de corte práctico, basado en mi absoluta convicción de que Cataluña se gestionaría  de forma más eficaz y eficiente como estado independiente que formando parte de este galimatías inoperante llamado España. Y que esta convicción la hago extensiva a muchos otros países cuya articulación estatal es más bien chirriante.En resumen, mi independentismo es ante todo racional. Puede que discutible, pero racional.

Así pues, voy a aclarar el título de esta entrada. Efectivamente, soy de los que considero que una bandera - cualquier bandera- no es más que un trapo lleno de mierda y sangre,  sobre todo de la sangre de muchos inocentes. Las banderas han matado más gente que las armas nucleares, los gulags y los campos de exterminio nazis juntos. Las banderas son la víscera elevada a la categoría de espíritu. Algo repugnante, sobre lo que se cimenta una estupidez llamada patriotismo, que no es más que la falacia de creer que pertenecemos a un grupo al que nos une algo especial. O que compartimos  la Historia, fíjate tú, como si la historia -cualquier historia, de cualquier país- fuera algo de lo que sentirnos orgullosos en general.(no quisiera aquí yo irritar a mi admirado Arturo Pérez-Reverte, pues no niego que hay episodios históricos de los que uno puede sentirse orgulloso, pero de lo que estoy hablando es de que la Historia, así con mayúsculas, es algo más bien deplorable, si tenemos en cuenta la cantidad de personas que fueron sacrificadas en la construcción de semejante falacia, siempre ideologizada e interesada, y que siempre, o casi siempre, relata la visión de los vencedores, y omite la desgracia de los vencidos).

En fin, que el nacionalismo me parece nefasto y peligroso. Pero, y aquí viene el quid de la cuestión, me jode mucho que embozados bajo la capa del antinacionalismo, se esconden otros, mucho más nacionalistas, expansionistas e imperialistas que quienes son acusados de tales. En los casi 35 años de democracia española, no ha habido ni un sólo día que los ataques al nacionalismo vasco y catalán no hayan sido protagonizados por ultranacionalistas aún más furibundos, amparados en la "sagrada unidad de la patria". Ese españolismo casticista  que siempre ha dado tanto miedo a cualquier persona sensata y civilizada.

Que menuda necedad ésta, porque la unidad de la patria no tiene nada de sagrado, y mucho menos de permanente.  y si si no que le pregunten a los romanos, o a los persas, o a los egipcios. Y mucho más cerca, también me imagino que el califato de Córdoba debía ensimismarse en su proyección universal y eterna, o el imperio otomano; o mucho más recientemente Suecia, cuyas fronteras se extendían hasta las puertas de San Petersburgo. Y hace dos días, el pobre mariscal Tito murió pensando que había Yugoslavia para rato. Y ya ves, nada es eterno, ni España en su configuración actual. Podemos estar bien seguros que dentro de 300 años más, aparte de estar  todos calvos, seguramente no existirá algo llamado Reino de España tal como ahora lo conocemos.Al parecer lo único eterno es la estupidez de quienes se oponen  al hecho indiscutible de que la historia, entendida como devenir de los pueblos,  no es estática, por definición.

Así que lo que pone de una mala leche sensacional es que so pretexto de salvarme de un pretendido catalanismo nefando, cáncer de la sociedad española, pretendan envolverme con la bandera rojigualda y aleccionarme: que no me he enterado bien, que soy español, casi ná. Y por Belcebú que entonces si que echo mano al cinto en busca de mi pistola ideológica.

Porque sólo soy nacionalista cuando me obligan. Cuando los editoriales de la prensa "nacional" comienzan a decir barbaridades y estupideces, de forma alternativa o simultánea (más bien simultánea); cuando pretenden que enarbole una bandera por sus cojones y olé. Cuando para combatir un nacionalismo, acusan a mi país de "nazi" (hay que tener valor para una cosa así desde un escenario que destacó por la bufonada de la "ejemplar transición democrática" para que los auténticos nazis y carniceros siguieran campando a sus anchas, esos sí, manchados con la sangre de montones de inocentes) Porque si tengo que enarbolar una bandera, yo que soy catalán con sangre andaluza, aragonesa y alemana por mis venas, amén de bastantes hematíes hebreos, escojo libremente y no por imposición. Y escojo la que me es más próxima, la del lugar en el que nací, crecí, y seguramente moriré.Y escojo la que me parece más civilizada, más abierta, menos inquisitorial, más libre. O sea, que escojo la de Cataluña. 

Estoy harto de la infamia del insulto sistemático a Cataluña, porque me obliga a tomar posiciones muy beligerantes frente a idiotas que tal vez saben hacer la O con un canuto, pero de ahí no pasan, los muy analfabestias. Así que enterraré mi bandera cuando me enfrente a alguien que oponga sus ideas a las mías desde una perspectiva realmente universal, civilizada, humanista y racional, sin pretender adscribirme, por la gracia de Dios y las disposiciones del gobierno de la nación, los colores de su bandera, con su mierda y su sangre a cuestas.


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