lunes, 10 de septiembre de 2012

Grandes Hombres

Por qué no admiro a nadie

La admiración por alguien, sin filtros ni reservas, me parece deleznable. Y es terriblemente triste que me haya tocado vivir en una época en el que la ultrapenetración de los medios en la vida de las personas corrientes ha contribuido, más que nunca, a la creación de héroes que todos tenemos que idolatrar, admirar y emular. Y encima internet  ha contribuido de forma grosera  e indiscriminada a la estulticia universal en esto de la mitificación de individuos sobresalientes en algún área más o menos relevante de la actividad social.

La sociedad moderna, en vez de cultivar un sano escepticismo respecto a la categorización de los individuos con talentos remarcables, los eleva a la categoría de semidioses cuyas opiniones y actitudes gozan de amplio prestigio, aunque no tengan nada que ver con la disciplina particular que les encumbró a la fama. Y no acabo de entender como casi nadie incide en los aspectos negativos de esos grandes hombres y mujeres que han conformado el imaginario colectivo del presente.

No debería obviarse que en muchas ocasiones, un talento excepcional para el pensamiento puro, para la ciencia, para el arte o para la política, se traduce en una especie de déficit congénito para lo humano (caso aparte merece el de los deportistas, cuya influencia encuentro espantosamente negativa, porque los medios elevan las hazañas de su cuerpo a la categoría de mitos, mientras se pasa de puntillas por sus más que manifiestas carencias intelectuales y espirituales).. Espanta repasar la vida de nuestros grandes hombres y mujeres, que por regla general fueron cualquier cosa menos ejemplares padres de familia, o solidarios humanistas. Más bien resultaron ser unos hideputas integrales, por más que como Edison, aportaran muchas invenciones útiles a la vida moderna.. O como un Steve Jobs elevado a la categoría de semidiós a raiz de su fallecimiento. Individuo éste notoriamente peligroso en las distancias cortas, por lo que podía tener de cruel e inhumano, al decir de algunos prójimos próximos que lo padecieron.

A fin de cuentas, también Heydrich era un excelente y amoroso padre de familia, amén de un gran intérprete de violín, pero ninguna de esas cosas obvió las atrocidades que cometió en nombre del Tercer Reich, y sin embargo nadie lo recuerda por sus virtudes, y eso que era un hombre extraordinariamente inteligente, mucho más que la mayoría de cretinos que pueblan las páginas de historia de este desgraciado siglo.

Culpo de ello a la prensa, evidentemente, porque ha demostrado ser el instrumento más maniqueo del que se ha dotado el hombre para expresar sus opiniones. Resulta pasmoso leer determinados panegíricos que se escriben sobre ciertas personalidades, total porque han conseguido un triunfo personal en su actividad profesional, sin considerar que muchas veces lo han labrado pisoteando a compañeros, renegando de los más elementales principios éticos y sacrificando de un modo indecente a sus familias. Ay, si hablaran las esposas e hijos de muchos de estos "ejemplos a seguir". 

Me he pasado la vida intentando que mi hijo no admirase a nadie, o que bien admirase sólo sus logros concretos en determinada materia, pero que también cuestionase su valores y actitudes en los demás ámbitos de la vida. Y en mi etapa como docente también traté de conseguir en mis alumnos una mirada crítica y escéptica sobre los rimbombantes calificativos que se concedían a los afortunados que la gloria profesional, científica o deportiva encumbraba. Pero ahí estamos, santificando cada vez más y más deprisa a nuestros superhéroes de turno. Y de pacotilla,  aunque ganen el Nobel de lo que sea.

Después de mucho leer y releer proclamo, con muy poca incertidumbre, que la mayoría de los reconocidos como genios eran seres con unas carencias tremendas en el plano humano. Ególatras, excluyentes, tiránicos, auténticos trepas capaces de sacrificar a sus seres más próximos (no me he atrevido aponer "queridos", porque dudo que fueran capaces de querer de verdad a nadie) en el altar de su propio triunfo, de su gloria imperecedera. En ese sentido, encuentro muy recomendable el libro "Una breve historia de casi todo", donde Bill Bryson retrata a los personajes clave de la ciencia con breves e irónicas pinceladas que los ponen en su sitio, y de qué manera.

Y pues, ¿son realmente dignos de admiración?. Yo creo que no, que sólo es admirable el hombre íntegro. Y la integridad, tristemente, es muy escasa en el Olimpo. 

Así que no confundamos a los genios y sus obras. Admiremos sus logros para la humanidad. Seamos críticos con sus personalidades y actitudes. Y dejémonos de tonterías por el bien de las generaciones futuras.

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