Comienzo hoy con una observación relativa a un científico del siglo XIX. Sir
Francis Galton, uno de los primeros científicos estadísticos y primo de Charles Darwin, denominó "regresión a la mediocridad" al fenómeno sobre la
herencia de la altura en humanos, o tendencia de los valores extremos de una
variable a resultar menos extremos en mediciones sucesivas. O sea, que cuando en una familia se dan sujetos cuya altura está por encima de lo normal, en generaciones sucesivas se observa que sus descendientes regresan de forma natural a los valores medios habituales.
O dicho de otro modo, cuando un valor sujeto en gran medida a factores aleatorios se dispara, es absolutamente demostrable que mediciones posteriores darán valores de nuevo normalizados más pronto o más tarde. Este fenómeno se ha constatado en diversas disciplinas, desde el deporte, donde se ha comprobado hasta la saciedad que resultados espectaculares suelen ir acompañados de otros mucho mas mediocres, hasta en el rendimiento académico, donde los alumnos suelen mostrar cierta tendencia a estabilizar sus calificaciones alrededor de lo que sería su valor medio en general. O incluso en las enfermedades crónicas, en las que las dolencias que afligen a un paciente se ven sometidas a oscilaciones diversas.
Este efecto
es del que se aprovechan muchas medicinas alternativas (sobre todo las que carecen de ningún fundamento, como la homeopatía) para convencer a los pacientes de
su eficacia. Por ejemplo, ante una lumbalgia crónica, el dolor va y viene, hay días mejores y días peores; y cuando
el dolor está en su cenit, sólo cabe esperar que se atenúe en la fase siguiente. El caso es que la gente suele tomar medidas
contra su dolencia cuando ésta se encuentra en su peor momento, es decir, cuando
generalmente tiende a mejorar espontáneamente, y atribuyen su mejoría al uso de cualquier chifladura medicinal que les hayan puesto por delante.
La consecuencia de este efecto extraño de regresión a la media es muy sintomática en las situaciones negativas, porque produce lo que se denomina "ilusión de control". La adopción de medidas presuntamente eficaces, cualesquiera que sean, hace creer que su uso ha sido la causa de la mejoría, cuando en realidad la situación ha mejorado porque ya no podía empeorar más y regresa a la media. Ben Goldacre, en su genial libro "Mala Ciencia", cita multitud de ejemplos al respecto, pero me interesa resaltar sobre todo uno de los que más chocante resulta. Entre la adopción de medidas correctivas de una situación, la mayoría de las personas con capacidad de decisión coinciden en creer (pues de una creencia casi supersticiosa se trata), que el castigo es más efectivo que el premio. En realidad, en experimentos controlados se ha demostrado que el castigo no es más efectivo que cualquier otra actuación ante situaciones en extremo negativas, que suelen regresar por si mismas a un cierto grado de normalidad. Un caso más de ilusión de control que se da frecuentemente entre docentes, padres, y sobre todo entre esos economistas ultras que consideran que la austeridad extrema conduce a la recuperación económica y a la redención de los pecados ciudadanos por igual.
Cito ahora a Miguel Ángel Vadillo, del University College London: "El principio de regresión a la media también es relevante
cuando se trata de evaluar el impacto de intervenciones políticas y económicas.
No hay prácticamente ninguna variable macroeconómica o social cuyo
comportamiento no esté altamente influido por el azar. Las cotizaciones en
bolsa, la evolución del PIB, incluso las cifras del paro tienen que ver con las
políticas económicas, pero también tienen un importante componente de
aleatoriedad. Esto implica que con frecuencia se sucederán rachas inusualmente
positivas y negativas por simple azar. Sin embargo, siempre
que las cosas empeoran, nuestra tendencia es hacer algo al respecto. Buscamos
culpables, le pedimos al gobierno que haga algo, y si lo que hace no nos gusta
o parece no funcionar, directamente lo cambiamos en las siguientes elecciones.
En algún momento, tarde o temprano, las cosas mejoran, precisamente porque ese
componente aleatorio no puede alimentar sistemática y perpetuamente la crisis.
Cuando ese momento llega, es tentador pensar que lo último que hemos hecho ha
sido lo que ha solucionado el problema. Pero no nos engañemos. En muchas
ocasiones lo que nos saca de una crisis es exactamente lo mismo que nos mete en
ella: el simple azar."
Ahora vamos a lo importante. A nuestro premier Rajoy sacando pecho e ironizando ante la oposición como un imbécil iletrado pero altamente entrenado en la demagógica retórica política que caracteriza a nuestros gobernantes. El señor Rajoy, obviamente, no tiene ni puñetera idea de lo que es la regresión a la media, ni falta que le hace. Pero lo que si sabe es aplicar todos los métodos de ilusión de control habidos y por haber para que parezca que sus actuaciones y las de su gobierno están conduciendo a una salida de la crisis de la que obviamente, carecen de todo mérito. Simple y llanamente, porque hemos caído tan hondo en el pozo, que es mucho más fácil rebotar hacia la superficie que seguir cayendo. O sea, porque después de todo, en España también regresamos a la media, o lo que es sinónimo, a la mediocridad habitual de nuestro sistema económico.
Ni nunca fuimos tan ricos como para comernos a Francia (ay Zapatero, esa locuacidad irreflexiva), ni tan pobres como para acabar en el tercer mundo. Las oscilaciones altamente azarosas de la economía siempre nos harán subir algunos puntos por encima de nuestro valor real, y también caer temporalmente por debajo de nuestro nicho en el ecosistema económico mundial. Los parches económicos que ponen los gobiernos muchas veces son remedos de acciones presuntamente contundentes que tienen muy poca efectividad real, sobre todo en un mundo tan globalizado que está regido, de hecho, por factores tan variables que cualquier predicción económica resulta tan fiable como la astrología.
Y así, impulsados por la ilusión de control que da lo que en el fondo no es más que un castigo ejemplarizante (ya saben, aquello de que "todos" éramos responsables de la debacle de la economía española, etcétera), nuestros gobernantes se aplican en atizarnos de lo lindo y atribuirse el mérito de que ya estamos saliendo de la crisis, sin admitir que hubiéramos estado ¿saliendo? igualmente si no hubieran hecho absolutamente nada. Que es también gran parte del mérito de Rajoy, a quien le queda muy bien aquello que dijo Voltaire en una ocasión a propósito de la medicina, con no poca ironía y mala baba: “el
arte de la medicina consiste en entretener al paciente mientras la naturaleza
cura la dolencia.”
Pues eso, cambien ustedes medicina por economía y ya tendrán las respuestas correctas al debate del estado de la nación que durante estos días nos inflige el Congreso de los Diputados.