domingo, 14 de octubre de 2012

Rosa hedionda

La señora Rosa Díez se ha destapado en la campaña vasca con una exhuberante demostración de musculatura genital (que no mental) y de paso ha vaciado sus esfínteres sobre todos los nacionalismos, contraponiéndolos al concepto de democracia. Así es como los no especialmente nacionalistas, como yo, se ven obligados a tomar partido y enarbolar las banderas. Nos obligan continuamente y ya empieza a resultar francamente desalentador.

Dice Díez que hay que apostar por "ser más libres, para que haya más democracia y menos nacionalismo". Así pues, según el insigne mascarón de proa de UPyD, todos los nacionalismos son enemigos de la democracia y hay que acabar con ellos. No está de más recordar que muchos nacionalismos han sido de carácter democrático y han luchado, precisamente, contra fuerzas que no destacaban precisamente por su talante democrático. La señora Díez debe considerar una temible banda de nacionalistas antidemócratas a todos los polacos, que se han pasado los últimos 300 años luchando contra las apisonadoras alemana y rusa tratando de salvaguardar su país de la germanización, por la frontera occidental, y de la rusificación, por la oriental.

Se me ocurre que como Polonia es un país demográficamente similar a España, con sus casi 40 millones de habitantes, la señora Rosa Díez igual opina que debe ser indultada de ese concepto equiparador del nacionalismo al nazismo, y sólo se refiere a los nacionalismos minoratirios, a los que no es necesario respetar porque como representan a menos población, es mejor aplastarlos con su democracia de escaparate de rebajas.

Eso de tratar a los ciudadanos con sentimiento nacionalista como "nazionalistas" está anclando muy profundamente en las mentalidades centralistas y jacobinas que adornan la política y los medios de este triste país, y ya va siendo hora de deshacer entuertos. Porque son muchos los nacionalismos que han traído la democracia a multitud de regiones del globo, y no al revés. Confundir el nacionalismo político con el ultranacionalismo sectario es una aberración, porque casi todos los grandes movimientos democráticos del siglo XX han sido más o menos nacionalistas, y de ahí el mapa político -democrático- que configura ahora casi toda Europa.

Por otra parte resulta francamente difícil tratar de antidemocráticos a  nacionalismos como el quebequés, el escocés, el esloveno, el lituano o el checo. Los nacionalismos peligrosos son los que tienen vocación imperial, o si se quiere un término más reduccionista, hegemónico. Y esos casi siempre han surgido como potentes movimientos estatales centralizadores, uniformizadores y sumamente expansivos. Y muy agresivos. O sea, como el nacionalismo español que nos gobierna, y al que UPyD quiere claramente superar por no se sabe cual de las bandas del campo de juego.

Sigue la señora Díez, francamente embalada, diciendo que "en una sociedad normal, los abertzales no estarían en las instituciones...ya que el que estén en las instituciones no les convierte en demócratas". A lo que yo añadiría que a ella tampoco. Quiero decir que su diagnóstico está infectado por el mismo mal que  pretende combatir. Si, sin ningún género de dudas, cabe afirmar que ser abertzale es lo mismo que ser antidemocrático, habrá que demostrarlo de forma categórica. Cosa que no podrán nunca Díez y sus seguidores y que en el fondo no hace más que poner de manifiesto lo que muchos imaginábamos: que el día que ETA renunciase a la violencia no se acabaría el problema vasco, porque los que  lo alientan, los que atizan el fuego son quienes ven que un gran segmento de la población vasca sigue siendo tan abertzale como siempre, y lo ven no con legítimo desagrado, sino con un genuino odio político. Ya no pueden descalificar una violencia que por el momento  no existe, y ahora ponen su empeño en descalificar cualquier otra opción que continúe la línea independentista, por muy pacífica que sea. Aquí en Cataluña ya sabemos bien de que va el juego: consiste en poner en marcha el ventilador y vomitar las heces sobre todos los rivales políticos, cubriéndose con el paraguas de un presunto talante democrático y plural que dista mucha de ser cierto. Los viejos jacobinos reclaman ser quienes pueden otorgar visados democráticos a la ciudadanía. Ya les vale.

La señora Díez, sus acólitos y muchos de los contendientes en la arena política juegan con cartas marcadas según sus gustos y preferencias, y reparten certificados democráticos según sus conveniencias y opciones personales. Por eso no extraña nada que corone su pastel con la guinda de que "Europa es la paz,  y los nacionalismos la guerra", citando nada menos que a François Miterrand., lo cual no deja de ser gracioso, teniendo en cuenta la visión profundamente nacionalista del pensamiento político de "Dieu", y que por más que fuera presidente socialista de la república francesa, había sido un notorio simpatizante de la extrema derecha y colaborador del régimen de Vichy años antes. Vamos, que lo más que se puede decir de Miterrand es que era un europeísta de conveniencia, para contrarrestar la fuerza de Alemania, y para -si acaso fuera posible- afrancesar Europa, no para europeizar Francia, ni mucho menos.

Ya en un tono decididamente histérico, que ojalá sea sólo producto de algún desarreglo hormonal severo, la señora Díez ha añadido posteriormente que solicita la ilegalización de Bildu porque Arnaldo Otegi, actualmente en prisión, ha pedido el voto para dicha formación política. Me gustaría saber que diría Díez si, por un suponer, el señor Otegi hubiera pedido el voto para UPyD. ¿Se autoilegalizarían?.  Según ella, el llamamiento de Otegi es suficiente para ilegalizar Bildu "porque un terrorista condenado, el señor Otegi, pidió el voto para Bildu".

No sé si merece la pena que siquiera intente desvirtuar el argumento de la señora Díez, que es de tal estulticia que abochorna, y más viniendo de alguien que ejerce el liderazgo de una formación política parlamentaria. Efectivamente, según Díez, sólo se necesita que un criminal polítco cualquiera pida el voto para un partido para iniciar un proceso de ilegalización de esa formación. Genial. No es ya subvertir, sino invertir todos los principios sobre los que se fundamenta un estado de derecho. La dirigente de UPyD ha reinventado el principio de contaminación por simpatía. Señora Díez, las opiniones son libres, y cualquiera, incluso los presidiarios, pueden tenerlas y expresarlas. Y recomendar su voto a tal o cual formación, sin que dicha formación deba sentirse en peligro de exclusión por tal motivo.

En resumen, lo que cuenta es el respeto de los partidos políticos a las reglas del juego, y no las enfáticas y entusiásticas proclamas de sus simpatizantes. Porque si así fuera, los militantes que solicitan la ocupación de Cataluña por el ejército (lo que es claramente sedicioso), casi todos del PP y de UPyD, causarían el mismo efecto contaminante en sus formaciones, que en consecuencia tendrían que ser ilegalizadas.

UPyD ha entrado en una dinámica decididamente demagógica con tal de hacerse un hueco entre las formaciones estatales "antinacionalistas" y para ello no duda en utilizar recursos muy censurables, más propios de las tácticas del Ministerio de Propaganda de Joseph Goebbels, del que, curiosamente, parece devenir heredera. Una heredera con la fragancia de una Rosa hedionda.


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