martes, 16 de octubre de 2012

La Pérfida Albión


La Pérfida Albión ha vuelto a pasarnos la mano por la cara, como viene haciendo regularmente  en los últimos 500 años, desde los tiempos de la Armada Invencible. No es de extrañar, pues, que en temas de talante democrático, en los que nos lleva tantísima ventaja, nos haya vapuleado notoriamente en más de una ocasión, y especialmente en la presente, a cuyo rebufo me gustaría ver por donde les sale el sol a nuestros insignes gobernantes del PP. Y no va a ser  por Antequera, precisamente.

No deja de ser remarcable que un gobernante conservador, como David Cameron, haya pactado con su homólogo escocés un referéndum para la autodeterminación de Escocia  dentro de 2 años. Sin aspavientos, sin insultos, sin maniqueísta indignación y sobre todo, sin histeria mediática cavernícola. Supongo que tiene mucho que ver con algo que ya se ha apuntado en otras ocasiones:   ser conservador en el Reino Unido significa ser antes demócrata que de derechas. Lamentablemente en este país, ser conservador implica que primero se es de derechas, y después, si queda algo de espacio en el australopitécido cerebro de nuestros políticos, se es demócrata, que como todo el mundo sabe, es algo accesorio y prescindible.

Vienen estos lodos de aquellos polvos de la “encomiable” Transición de 1976, en la que toda, absolutamente toda la fauna que había prosperado en el caldo del cultivo de un régimen autoritario, encontró su nicho perfecto en la incipiente formación conservadora Alianza Popular, con lo que los auténticos demócratas de derechas –que los había-  siempre tuvieron que convivir con unos roomates francamente incómodos, y procurar asearlos y presentarlos adecentados ante sus mayores europeos, que se los miraban de reojo.  Lo que consiguieron fue notable, pues en cierto modo domesticaron a la bestia (cuyo vientre siempre ha sido fecundo, parafraseando a Brecht), al precio de contagiar a toda la formación de unos más que evidentes tics autoritarios que a muchos de sus dirigentes les ha valido, desde siempre, la consideración de neofascistas apenas encubiertos. Y por si fuera poco, los que no encontraron sitio en el naciente y pujante PP, aún encontraron plazas vacantes en el PSOE, en el que han aterrizado no pocos personajes de más que dudosa filiación democrática. Anticatalanes y autoritarios también, aunque ahora han descubierto la sopa de ajo federalista, que vergüenza les tendría que dar, después de que su modelo fue siempre el Partido Socialista Francés, jacobino, centralizador, ultraparisino y que jamás se ha despojado del todo de su  raigambre leninista, y ahora se quieren apuntar el inmerecido tanto de la modernización federal de España.  Tuvieron muchos años para intentar demostrarlo, y lo único que hicieron fue justo lo contrario: echar del PSC a todos los que eran catalanes y federalistas, hasta convertirlo en una sucursal barcelonesa del PSOE. A eso le llamo desfachatez.

De modo que tenemos a los dos principales partidos políticos del país con una declarada mentalidad panzer, convencidos hasta el absoluto de que la democracia consiste, simple y llanamente, en sacar más votos que el contrario, y luego apisonarlo, sin tener en cuenta que ese adversario político representa, de forma legítima y legal, a una parte de la ciudadanía que debe ser escuchada.

Incluso me congratula que los dos políticos británicos hayan accedido a permitir el voto de los menores de 18 años, lo que aquí habría dado lugar a un debate de lo más encendido y vituperante, plagado de farisaicos ataques contra los autores de tal iniciativa. Y de todo este asunto lo que resulta más gracioso es que los tories británicos comparten escaños con los osbornes hispanos en el Parlamento Europeo, que a ver la cara que se les pone a unos y a otros (sobre todo a los otros), cuando se crucen en los pasillos, sobre todo si consideramos que uno de los  vicepresidentes del parlamento es el bárbaro (no se me ocurre otro epíteto) Alejo Vidal-Quadras, que pretendía nada menos que sacar a la Guardia Civil a patrullar por la Diagonal de Barcelona metralleta en mano.

También iría siendo hora de que los pesos pesados del PP, sus barones regionales y su camarilla mediática adjunta fueran recapacitando sobre esta cuestión, por las muchas implicaciones que tiene sobre el futuro de los movimientos independentistas en España, que tienen que ser derrotados en las urnas, y no por la fuerza bruta. Ni tampoco mediante argumentos como que “la Constitución no se puede cambiar”, oración  que resulta ultrajante por estúpida, pero sobre todo por fascista, pues recuerda a los “inamovibles principios del Movimiento Nacional” con los que se han seguido desayunando muchos años los dirigentes del PP, por muy caducados que estuvieran. Y también recordar que antes que las leyes, están los derechos democráticos de las personas, y que si las leyes no se adaptan a ellos, hay que modificarlas, o desobedecerlas. Como muchos sociólogos han reseñado en los últimos tiempos, si no existiera la desobediencia civil, los negros aún se sentarían en la parte de atrás de los autobuses en USA, y todavía existiría el apartheid en Sudáfrica, entre otros muchos ejemplos.

Algún contrincante del PP alegará que el caso de Escocia no es especialmente problemático, porque a fin de cuentas, su segregación del Reino Unido no tendría la trascendencia económica que representaría la salida de Cataluña de España.  Al menos a los anglosajones no parece preocuparles mucho, lo cual pone de manifiesto aquello de que “el problema es la economía, estúpido”, con el que Clinton obsequiaba a su rival Bush en la campaña de las presidenciales americanas. Y entonces por fin podremos quitarles las caretas: la indignación, los exabruptos y tanta tontería mediática contra Cataluña no esconden más que lo que todos sabemos, y los dirigentes del PP mejor que nadie: que de Cataluña sólo quieren el dinero, y que el expolio de Cataluña existe y es bien patente. Y no sólo patente, sino  necesario para mantener un statu quo español en el que los ciudadanos de Cataluña sigan perdiendo más y más en detrimento de una falsa solidaridad.  Y que el debate –falaz- sobre la posibilidad de un referéndum catalán por la soberanía, no esconde más que un problema de índole económica: seguir sacando tajada de Cataluña a base de concesiones absurdas como el “café para todos”.  Creo que ha llegado la hora de decirles que si quieren café que se lo paguen de su bolsillo.

A Cataluña no se la ha querido nunca en España, que sólo ha deseado optar a sus recursos fiscales para “redistribuir” la riqueza de un modo aberrante, inmoral y desde luego antidemocrático, porque como ya dije en una ocasión anterior, la redistribución ha de tener unos objetivos y horizontes temporales nítidos y concretos. Todo lo demás es latrocinio y malversación, que es lo que se ha hecho con el dinero de todos los ciudadanos de Cataluña durante muchos, demasiados años.

Y si ahora no quieren dejarnos ir, que digan claramente que es por el dinero y sólo por el dinero. Y si ése no es el motivo, que se comporten como auténticos demócratas y sigan el ejemplo del Reino Unido. En definitiva, ahora el PP se tiene que retratar: o adopta modos democráticos auténticos y permite el plebiscito o se pone definitivamente del lado oscuro y se excusa en la imposibilidad de una viabilidad económica de España sin Cataluña para dar un portazo a todas luces antidemocrático. Argumento que, por cierto, de una forma un tanto ingenua, nos ha servido con luz y taquígrafos Ruiz Gallardón recientemente. 

Lo dicho, de nuevo entre la espada y la pared histórica. De nuevo, la Pérfida Albión.

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