viernes, 26 de julio de 2013

Manning

Hace ya muchos años, cuando le dieron el nobel de la paz a Menahem Begin, me sorprendió bastante la retórica con la que se aplaudían los gestos por la paz en Oriente Medio de aquel “luchador por la libertad” y “héroe nacional” de Israel, en aquellos lejanos años de la posguerra mundial, cuando el bueno de Menahem se dedicaba a volar hoteles llenos de personas inocentes en defensa de la causa sionista.
Muy rápido aprendí que la diferencia entre un héroe nacional y un asqueroso terrorista sólo radicaba en el  lado del que cayera la moneda del destino.  Para los vencedores, cualesquiera que haya sido la ética de los combatientes, todos sus luchadores se convierten en héroes y mártires de la causa. Los del bando perdedor, en cambio,  son asesinos, homicidas y terroristas aunque hayan usado los mismos métodos indistinguibles de los de sus oponentes. En definitiva, todo da bastante que pensar sobre la delgadísima línea que separa la gloria del escarnio, la virtud del pecado, y  la honra del deshonor. Y para muchos, la diferencia entre las prebendas del estado y el pelotón de fusilamiento, por supuesto.
Más adelante me pregunté que si por algún azar del destino, o en algún universo paralelo de esos que predica la mecánica cuántica, los chicos de ETA hubieran conseguido sus objetivos, cuál hubiera sido el calificativo que les hubiera dispensado la historia al cabo de cuarenta o cincuenta años. Desde luego, no el de “cobarde banda terrorista” con que sus integrantes han sido bautizados en las páginas de la historia de España. Tengo el pleno convencimiento de que serían calificados de “padres de la patria vasca” y “mártires de la libertad” igual que los secuaces de Begin han conseguido en el estado hebreo.
Viene esto a colación del alegato final del fiscal de EEUU en la causa seguida contra el soldado Bradley Manning por las filtraciones a Wikileaks que causaron un escándalo sensacional a nivel mundial y el inmediato arresto de Manning para juzgarlo por traición, un cargo que puede costarle , tal vez no la vida, pero sí la prisión a perpetuidad. Cosa que no dudo en absoluto, porque está claro que el chico se pudrirá el resto de sus días en una mazmorra norteamericana.
O sea, que no escribo estas líneas para alegar nada en defensa del desgraciado soldado, alegato que sería inútil, visto el encarnizamiento con que el gobierno USA ha acometido contra el pardillo, supongo que para dar un aviso y vuelta al ruedo a todos aquellos que tengan la más mínima tentación de revelar las inmundicias que circulan por las cloacas del estado más poderoso del mundo (que no son distintas de las nutridas inmundicias que circulan por todas las cloacas de todos los demás estados, pero  mucho más caudalosas). Una basura muy hedionda, pero que es imprescindible, dicen, para defender nuestra democracia (pongo en cursiva lo de “nuestra”, porque obviamente no se trata de la mía, por más que quieran integrarme en ella a la fuerza).
Volviendo a los tópicos manidos, me viene a la cabeza ese de que “alguien tiene que hacer el trabajo sucio para que nosotros sigamos disfrutando de nuestras barbacoas” con el que las pelis de serie B pretenden justificar la brutalidad del cachas yanqui de turno, que se dedica a exterminar a todo individuo que no sea un genuino WASP, so pretexto de que cualquier diferencia lleva en sí misma el germen de la disidencia terrorista. Mucho más grave aún resulta el caso de quien siendo blanco, anglosajón y protestante, como Bradley Manning, sale respondón y se alinea en el campo contrario de la cancha de juego, y le levanta las faldas a la patria para que todo el mundo vea que  lleva las bragas manchadas de mierda y sangre, como suele ocurrir con la mayoría de las banderas con las que los políticos envuelven sus partes pudendas.
En fin, que hay que leer el alegato final de la fiscalía y cerrar los ojos para visualizar a un personaje que podría muy bien encarnar Stallone, o Schwazenegger, o Chuck Norris, pero en vez de repartir leña con las manos, lo hicieran con las palabra. Impresionante, en verdad, el conjunto de epítetos que dedica el fiscal militar al pobre Manning y a Wikileaks, emparentándoles directamente con Al Qaeda, ahí es nada.
Se luce el aspirante a verdugo afirmando que Manning es “un anarquista, no un humanista”, como si ambas cosas fueran mutuamente excluyentes. Me viene a la cabeza , por asociación de ideas, aquello de que “inteligencia militar” es un contrasentido en sus términos. Y siento disentir del fiscal y todos cuantos piensen como él, pero creo estar en condiciones de afirmar que muchos anarquistas han sido no sólo notables humanistas, sino también bastante menos sangrientos que sus “democráticos” críticos. Sobre todo si tienen vocación de marine exterminador.
Lo de la ayuda de Wikileaks a Al Qaeda y que la organización de Julian Assange es "una amenaza para los intereses de nuestro gobierno" tampoco tiene desperdicio y pone de manifiesto que hizo bien el creador de Wikileaks en refugiarse en la embajada de Ecuador en Londres, pues en caso contrario, está clarísimo que las autoridades estadounidenses le hubieran echado el guante para encerrarlo y tirar la llave. 
Así que las intenciones de la superpotencia mundial son muy claras. Las mismas que las de China o la vieja madre Rusia, ambas notables ejemplos de democracias consolidadas y tal. Si te opones al poder omnímodo del garante de la libertad y la democracia, te la juegas. Y si no andas muy cauto, te aplastan. Aquí no cuenta la ética, ni los derechos de la ciudadanía. Se trata de la seguridad nacional, una entelequia sagrada e informe, bajo cuyo manto caben todas las atrocidades que el poder quiera cometer con la justificación de nuestro -¿nuestro?- bienestar.
La cosa ha llegado hasta el punto de que hasta un reconocido conservador como Paul Craig Roberts critica abiertamente que para el gobierno USA  "la verdad no es relevante. Sólo los objetivos son importantes". Y acusa directamente a su país (junto con el de Israel) de ser una de las principales amenazas a la paz en el mundo, mientras alardea al mismo tiempo de ser la mayor democracia de la Tierra, cuando en realidad los Estados Unidos jamás aceptan responsabilidad alguna, sea el derecho internacional, los derechos humanos, los convenios de Ginebra o las propias leyes internas.
Así que el soldado Manning, que pronto será uno de los mayores traidores de la historia de los Estados Unidos de América según el relato oficialista y patriótico, tal vez debiera ser para nosotros un mártir sobre cuyos despojos podamos reflexionar sobre esa libertad vigilada sobre la que descansa la democracia anémica e hipócrita en que se ha convertido nuestra sociedad.

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