miércoles, 30 de julio de 2014

Ébola

Para esta semana tenía dos posibles entradas: el turbio asunto de la familia Pujol o el –esta vez sí- incontenible brote de virus Ébola que está propagándose por el África ecuatorial. Como soy partidario de analizar las cosas en perspectiva y con desapasionamiento exento de especulaciones, he decidido abstenerme de hablar de Jordi Pujol porque en este momento, lo más fácil es hacer el imbécil  y pasar por alto cosas fundamentales como me temo que están haciendo la mayoría de los sesudos analistas a cargo de este asunto. Entre ellas que hay que andarse con cuidado con el harakiri del Molt Honorable, porque es más que posible que su cadáver político oculte una bomba de explosión retardada, al más puro estilo iraquí.

Así que hoy prefiero escribir sobre el Ébola, un tema que me apasiona desde los primeros casos de infección con este virus desconocido hasta 1976 y que parece ser que corresponde a un salto entre especies, aunque su origen todavía es dudoso. Algunas hipótesis sostienen que el reservorio natural son murciélagos frugívoros, aunque está más que documentado que afecta a diversos primates, y que una mortandad enorme de gorilas en el área de distribución del virus fue debida a Ébola.

Lo realmente noticiable ahora es que en esta ocasión tenemos el peor brote de todos los detectados hasta el momento en los casi cuarenta años de historia epidémica de este virus. Más de mil doscientos afectados, casi setecientos muertos hasta el momento y, lo que es todavía peor, casos de contagio entre el personal sanitario dedicado a controlar la expansión de la infección. Entre ellos, el mayor especialista en Ébola de toda África, que falleció el martes 29 de julio, desconociéndose cómo se contagió.

En los años noventa, Richard Preston publicó un libro, titulado “La zona caliente”, que era un prodigio de narrativa divulgativa sobre el Ébola y sus demás parientes de la familia filovirus. Lo realmente aterrador –aparte de que no existía ni existe aún tratamiento alguno, ni vacuna preventiva- era que se trataba de un virus altísimamente contagioso y con una tasa de mortalidad tan alta que podía poner en peligro la especie humana con sólo unos pequeños cambios en su estructura genética.

Los brotes que se han ido detectando en estos cuarenta años han sido autocontenidos por el hecho de que el virus mata tan rápido que casi no da tiempo a que el portador pueda infectar a mucha gente.  La capacidad de un virus para matar masivamente depende de dos factores. La primera de ellas, su letalidad, es decir, la proporción de casos que fallecen sobre el total de infectados. La segunda de ellas, su capacidad de propagación entre poblaciones relativamente distantes.

Si tomamos como ejemplo el SIDA, tenemos el caso de un patógeno letal en una proporción enorme, y con una difusión garantizada gracias a que su huésped no es consciente de la enfermedad durante meses o años durante los cuales puede infectar a decenas o cientos de personas. Por suerte, con el SIDA tenemos medidas higiénicas que pueden impedir su transmisión, así como una medicación carísima que ha permitido a la sociedad occidental levantar un muro de contención altamente eficaz contra la pandemia.

Sin embargo, el caso del Ébola es diferente, mucho más parecido al de la célebre gripe de 1918 que mató entre cincuenta y cien millones de personas en pocos meses. Esa cepa de gripe (hoy conocida como H1N1) era tremendamente mortífera y con una capacidad de diseminación insospechada, debido a que su período latente de incubación era suficientemente amplio como para que el portador infectara a mucha gente antes de caer enfermo. El episodio se agravó por el hecho de que el final de la primera guerra mundial coincidió con movimientos masivos de población y de soldados que iban y venían de las zonas en conflicto y de los frentes de combate. La pandemia se extendió por el globo como un reguero de pólvora, y eso que sólo existían transportes lentos, como el barco y el tren. Causa pavor pensar que hubiera sucedido hoy en día, en el que miles de millones de personas se desplazan diariamente en coche mientras unos cuantos millones lo hacen en avión hacia todos los rincones del globo.

Con el Ébola tenemos todavía la suerte de que mata tan rápido que no da tiempo a crear un gran foco infeccioso que se disemine en progresión geométrica. Antes de que los enfermos puedan contagiar a mucha gente, ya están muertos. Por eso los brotes de la enfermedad en África se han ido saldando con a lo sumo un par de centenares de víctimas mortales. Hasta la fecha, porque este brote es el más extenso detectado actualmente, y además con un problema agravado: es transfronterizo y ya afecta a tres países de la zona (cuatro si contamos un caso detectado en Nigeria).

Indudablemente, incluso África no es inmune a la modernidad y a la mayor cantidad y velocidad de las interacciones entre las personas. Más desplazamientos, a más lugares y más lejanos que hace unos años. Los vectores de la transmisión humana se desplazan por tierra, mar y aire de forma mucho más rápida que antes, y esa es una baza a favor del Ébola. Pero hay otro factor mucho más preocupante aún, y que ya apuntó Richard Preston en “La Zona Caliente”.

Los virus, como los demás patógenos microbianos, tienen la capacidad de mutar mucho más rápido que las especies animales. Es tan sencillo de entender como de explicar. Una bacteria típica tiene una tasa de crecimiento exponencial. Vertiginosa. Se duplica cada pocos minutos en condiciones favorables, de modo que en pocas horas una sola bacteria puede haber generado millones y millones de descendientes. La capacidad de experimentar mutaciones depende de dos factores, el número de generaciones y el número total de individuos. Una especie que en pocos días llegue a generar muchos descendientes equivale a todas las generaciones de la especie humana desde el principio de los tiempos. Una especie que se duplica deprisa puede, en muy poco tiempo, superar el número total de individuos de la especie humana. Como las mutaciones son un proceso aleatorio pero que prima a los individuos mejor adaptados, sucede que las especies con la posibilidad de mutar rápidamente tiene una ventaja selectiva sobre las demás, sobre todo si son patógenas.

Ese es uno de los motivos de que en la carrera entre bacterias y antibióticos algunas de las primeras estén ganando, pues su capacidad de mutar y resistir a los fármacos es superior a la de la industria farmacéutica para sintetizar nuevos antibióticos eficaces. En el caso del Ébola, eso no es problema para el virus, porque no hay tratamiento ni vacuna en el horizonte próximo, pero puede mutar igualmente.

Puede mutar a una forma más benigna, menos infecciosa o con menor letalidad. Cierto, pero también puede mutar a una forma que sin ser más letal, sea capaz de sustentar a su huésped infectado durante más tiempo. Un vector que viva más es un vector más infeccioso y con capacidad de diseminar el virus más lejos y a más personas. Lo que vaticinó Preston en su libro es que el Ébola, como otros filovirus, ya había mutado en ocasiones anteriores, y que por eso existen varias cepas distintas. Y que seguiría mutando en el futuro, unas veces a formas más inofensivas, otras a formas mucho más agresivas. Y otras, a  formas muy expansivas que podrían dar lugar a brotes cada vez más extensos e incontrolables.

El día que el Ébola sea capaz de dar el salto entre continentes e infectar de forma masiva a unos cuantos centenares de personas allende los océanos que rodean África, vamos a tener un problema sanitario muy serio que puede matar en muy poco tiempo a muchas más personas que la gripe de 1918. Impermeabilizar las fronteras hoy en día es dificilísimo pese a toda nuestra tecnología, y si no que les pregunten a los responsables de inmigración de los países del sur de Europa, o a los rangers que patrullan con un éxito menos que moderado, la frontera de Estados Unidos con México. El siglo XXI es el de los movimientos masivos de población por todo el globo terráqueo, tanto controlados como incontrolados. Aplicar una cuarentena mundial sería tarea imposible, salvo que estuviéramos dispuestos a provocar un colapso de la economía global sobre la que se sustenta nuestro modo de vida.

Pues el cierre de fronteras no podría afectar sólo a las personas –lo cual ya sería gravísimo de por sí- sino a todo tipo de productos procedentes de las zonas calientes. Materias primas totalmente necesarias para mantener el motor de la economía en marcha. También ocasionaría la paralización del turismo y de los viajes de negocios. Parece de ciencia ficción, pero la mayoría de los expertos coinciden en que el escenario que describo no sólo es un guión de película catastrofista. El algo que en el CDC se toman muy en serio. Y el CDC (Center for Disease Control) de Atlanta, es la organización más importante del mundo en esta materia.

Este brote de Ébola es distinto, eso es todo lo que podemos afirmar hasta el momento. Pero si no remite en las próximas semanas, podremos afirmar que nos encontramos ante una emergencia mundial, que dejará el asunto de Jordi Pujol en mera anécdota localista. Lo más probable es que desaparezca de la misma forma misteriosa en que aparecen, espaciados por años, los diversos brotes. Si no es así, la hipótesis de la mutación maligna se habrá visto confirmada mucho antes de lo que los virólogos esperaban.


Preston acababa su libro con una admonición: “El Ébola había surgido en aquellas salas, había desplegado sus colores, se había alimentado y se había retirado al interior de la selva. Pero volverá.”. No era catastrofismo, era pura lógica evolutiva. El brote de este 2014 podría ser el anuncio de la proximidad de un nuevo apocalipsis biológico.

2 comentarios:

  1. El negocio del Ébola
    La infección aparece en estos países, Guinea Conakry, Liberia y Sierra Leona.
    Costa de Marfil, República Democrática del Congo, Gambia, Ghana, Guinea-Bissau, Malí, Senegal y Uganda. En estos Países es donde se ensayan con humanos las vacunas y medicamentos.

    Los productos administrados y/o inyectados, deben ser llamados reactivos químicos (inhibidores inducidos). Los ensayos con humanos de estos medicamentos, inhibidores mutagénicos, son los que causan aberraciones cromosómicas y, es una gran mentira que sean los “virus” los causantes de las infecciones.
    Los “virus” ni existen ni contagian, lo que la ciencia llama “virus” no son tal, pero si son proteínas endógenas transformadas por una deficiencia en la función de las células, es decir, que las infecciones están producidas por los daños colaterales que causan los medicamentos inhibidores a las células en el momento de sintetizar las nuevas proteínas, y esto mismo, ocurre con el desarrollo del EBOLA

    Las enfermedades existen y son una realidad innegable. Lo que no es tan creíble es que hayan surgido de la naturaleza y que el supuesto contagio a los humanos por parte de los animales haya sido así.

    Según la OMS, "Es imposible dar una respuesta clara" sobre el alcance de este brote, el Ébola se introduce en la población humana por contacto estrecho con los órganos, la sangre o las secreciones corporales de los animales infectados, que pueden ser chimpancés, gorilas, monos, antílopes, cerdos y otros herbívoros, además de murciélagos, que son según las últimas investigaciones, el reservorio natural del “virus”

    Los síntomas del Ébola son la aparición súbita de fiebre, debilidad intensa, dolores musculares, de cabeza y de garganta, vómitos, diarrea, erupciones cutáneas, disfunción renal y hepática, Estos mismos síntomas coinciden con los efectos secundarios que pueden causar las vacunas.

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    1. ya te veremos cuando te infectes, los virus como dijiste con acumulos de proteinas, no son seres vivos como tal pero son secuencias de proteinas con un nucleo de adn o arn el cual decodifica para causar cambios en las celulas, la capacidad de reaccion o no reaacion es lo que causa los sintomas informate y estudia antes de poner comentarios, te lo dice un medico virologo.

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