martes, 18 de junio de 2013

Absentismo

Me apasiona dar entrada en este blog a las animaladas que profieren, con excesiva frecuencia, dirigentes políticos y directivos de asociaciones con proyección mediática, construyendo poco a poco mi particular Hall of Infamy de la vida pública española. En esta ocasión le toca al director general de relaciones laborales de la CEOE, José de la Cavada, por sus escandalosas apreciaciones sobre la duración del permiso por fallecimiento de un familiar.

El señor de la Cavada ha tenido la ocurrencia, a medio camino entre la idiotez y la infamia, de criticar abierta y públicamente la duración del permiso por fallecimiento de un familiar en el transcurso de unas jornadas sobre el absentismo laboral. Una idiotez sin complejos, porque resulta que el tema del absentismo laboral es muy complicado y se presta a interpretaciones tan sesgadas que  más bien parecen cortadas por la bisectriz. En este turbio asunto, las organizaciones empresariales siempre se han manejado con mucho desparpajo, haciéndonos creer en cuentos de terror cuyo desarrollo siempre conviene a sus específicos intereses. Esclavistas, por más señas.

Vale la pena decir que en EUROSTAT no hay ni una sola estadística o base de datos específicamente dedicada al análisis del absentismo laboral. Curioso. La curiosidad se transforma en perplejidad cuando rastreando en las bases de datos de la OCDE tampoco aparece una estadística exclusivamente centrada en el tema que nos ocupa. Al final todo misterio se desvanece cuando la propia OIT afirma lo siguiente en su página web (cito literalmente):

"Prácticamente todos los países han venido elaborando durante años estadísticas sobre las horas trabajadas. Ahora bien, la índole de estas estadísticas y su alcance, inclusive la cobertura de los trabajadores y los períodos de referencia utilizados, varían de un país a otro, dependiendo en gran medida de la metodología de medición utilizada. Las encuestas de establecimientos producen principalmente estadísticas sobre las “horas de trabajo remuneradas” correspondientes a un subconjunto de trabajadores asalariados, y, a veces, sobre las “horas extraordinarias” remuneradas según tasas por hora habituales o superiores, y sobre el “absentismo laboral” que resulta en una reducción del salario. Por lo general, las encuestas de hogares producen estadísticas para todo el ámbito poblacional sobre las “horas efectivamente trabajadas” y las “horas habitualmente trabajadas” en una semana de referencia. Contrariamente a lo que ocurre con las estadísticas sobre el tiempo de trabajo, pocos países (principalmente desarrollados) compilan estadísticas sobre la ordenación del tiempo de trabajo o sobre las horas anuales trabajadas. Pese a la necesidad de disponer de dichas estadísticas, es poco frecuente que los servicios nacionales de estadística calculen o hagan estimaciones de estos conceptos, debido quizá a la falta de orientaciones o consenso a nivel internacional sobre cómo han de definirse y calcularse o estimarse."

Acabáramos. La frase final pone luz sobre todo este asunto: "...debido quizá a la falta de orientaciones o consenso a nivel internacional sobre cómo han de definirse y calcularse o estimarse." No existe una metodología única, ni unos parámetros estandarizados, ni siquiera un acuerdo sobre qué conceptos deben incluirse dentro de la denominación "absentismo". Cada país, cada sector productivo, tiene su propia vara de medir. Como mucho existen estudios privados encargados a consultorías que han intentado equiparar las mediciones de absentismo de diversos países, pero que no gozan de estatus oficial internacional, porque es lo mismo que juntar datos de diferentes sistemas de medida no normalizados. O sea, un desastre. Porque cuando se comparan los datos de absentismo que elabora el Instituto Nacional de Estadística con los de Francia o el Reino Unido, no se sabe si se han empleado los mismos parámetros, ni cómo se han computado las variables que entran en juego. De este modo, según quien encargue el estudio, se obtendrán unos datos que favorezcan determinadas visiones, arrimando cada uno el ascua a su sardina.

Sólo un ejemplo: la determinación sobre la obligación de cumplir deberes públicos inexcusables -como formar parte de una mesa electoral- no recibe el mismo tratamiento de un país a otro. Peor aún, en esta españolísima España, según qué sectores computan este concepto como absentismo o no, según la metodología empleada. En fin, que como dice la OIT, no hay consenso, y sin él es totalmente inviable efectuar una comparativa decente sobre el absentismo. Y eso lo sabe el señor de la cagada, quiero decir de la Cavada.

Además, puestos a buscar los tres pies al gato, le puedo citar un sesudo estudio de Osterkamp y alumnos, publicado en CESifo Economic Studies de 2007, que analizando el porcentaje de trabajadores con al menos un día de ausencia al año, en España nos salía un índice inferior al de Austria, Alemania, Noruega o Suecia, y muy parecido al de Suiza. Toma estadística.  No por ello quiero desmentir a la CEOE y su caterva de expertos, sino sólo demostrar que según se hurgue en las fuentes, los resultados pueden ser muy diferentes. Devastadoramente diferentes.

Hasta aquí hemos recorrido el camino de la idiotez proferida por el director general de relaciones laborales de la CEOE. Ahora nos toca tomar el desvío de la infamia, para poner en el lugar que le corresponde en la historia nacional a este personaje, que pese a haber rectificado a las pocas horas, se ha despachado públicamente contra el dolor ajeno con unas apreciaciones como mínimo chocantes, pues se ha quedado tan tranquilo afirmando que ya no estamos en la época de las diligencias para necesitar tanto tiempo para dignar las honras fúnebres de un familiar directo. Espectacular.

Espectacular porque bien sabemos que existen los aviones a reacción y los trenes de alta velocidad, pero los sensatos que aún quedan por estos lares comprenden que ni todo el mundo puede costearse medios tan fulgurantes de desplazamiento, ni todas las localidades están tan bien conectadas como para utilizarlos. El más nimio conocimiento de topografía le permitirá saber, señor de la Cavada, que si se hubiera de desplazar usted desde Lepe a Viella, por un suponer, iba a tener bastante trabajo para conseguir enlaces y conexiones suficientes para llegar a tiempo al funeral. Y de que, cuanto mayor es la superficie de un país, más complicadas pueden ser las conexiones, sobre todo si fuera usted -que no lo es- un españolito de a pie bien fastidiado por la crisis y tuviera que ir en autobuses de linea y trenes regionales, de esos que todavía se mueven a paso de borreguero.

No quiero acabar sin mencionar otro factor crucial, que es la distinta tasa de envejecimiento de la población activa no sólo por países, sino dentro de los diversos sectores económicos. En la Administración de la Seguridad Social, a la que pertenezco, la edad media se acerca peligrosamente a los cincuenta años. Como no hay reposición de efectivos, la perspectiva a diez años vista es de un envejecimiento brutal. Y envejecer trae consigo, inevitablemente, una mayor tasa de absentismo por enfermedad. Vale la pena mencionarlo para cuando otros personajes ignorantes o malentincionados le quieran colgar el muerto de un mayor absentismo a la administración pública frente al sector privado. Y recordarles que los datos en bruto no sirven de nada, salvo para ese politiqueo de baratillo al que somos tan aficionados en este país. Los datos hay que ponerlos siempre en su contexto, equipararlos, liberarlos de variables indeseadas. 

El absentismo sólo puede medirse en relación con los tramos de edad  de cada sector económico y de la composición de la fuerza laboral de cada país. Algo que no ha hecho nadie hasta la fecha, y menos con alcance internacional. Poniéndonos en casos hipotéticos, si usted comparase Juvenilandia, donde la media de edad de la fuerza laboral fuese de 30 años, con Oldilandia, con una media de edad de 55 años, esos veinticinco años de diferencia le darían un índice de absentismo terriblemente diferente entre ambos países, al menos en lo que se refiere a las bajas por enfermedad. Omitir este hecho es beber tanto de las fuentes de la estupidez como de las de la infamia, actividad a la que parecen tan aficionadas muchas personalidades de la vida pública celtibérica.

A lo peor, señor de la Cavada,  se pensaba usted que esa jornada sobre el absentismo era algo que tenía que ver con el consumo inmoderado de absenta, y se puso a ello sin inhibición alguna. Y es que a algunos, eso del consumo responsable parece que no les concierne lo más mínimo.






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