jueves, 8 de febrero de 2018

Sacrificar a un catalán

Soraya SS atesora un cúmulo de cualidades que hacen de ella un importante capital político para su partido, entre las que destacan su escasa empatía y comprensión del adversario, su cargante  tono enfático y marisabidillo, su discurso dogmático y beligerante, su escasa aversión por la mentira y la manipulación, su capacidad de tragarse los sapos que sea necesario para mantenerse en la cúspide del poder, sus inexistentes remordimientos  y su carácter totalmente desinhibido cuando se trata de tratar al oponente como si fuera una plaga de cucarachas; cualidades que en resumen definen su conducta política como si fueran consecuencia directa de que  Dios hubiera bajado en persona a entregarle las tablas de la ley. Dicho de otro modo, SSS reúne en sí todos los rasgos que hacen de la mayoría de los políticos ávidos de poder unos psicópatas sociales de cuidado, según diversos análisis que no son míos, sino de prestigiosos sociólogos del orbe entero.

Por ello es comprensible que espete con toda naturalidad que “si tanto nos cuesta sacrificar a un catalán” como si de un pollo de granja se tratara. Parece ser que la señora SS no acierta a comprender que para muchos de nosotros –y gran parte de la comunidad jurídica internacional- el president Puigdemont sigue siendo el legítimo presidente de la Generalitat de Catalunya. No sólo legítimo, sino legal, porque la aplicación del 155 ha sido una cosa de la más estrambótica ilegalidad, pues el artículo de marras prevé la adopción de medidas necesarias para el cumplimiento de las obligaciones por parte de una comunidad autónoma “díscola”, pero de ahí a pretender que el 155 autoriza a cesar al gobierno en pleno y disolver el parlamento va un trecho muy largo. El mismo que va de aplicar la legalidad a cargarse la soberanía popular que eligió a los parlamentarios y a su gobierno.

Es eso que los norteamericanos llaman lawfare, es decir el uso retorcido e interesado de las leyes como armas de guerra y de destrucción masiva del oponente. Algo que ha inspirado muy bien a democracias tan imperfectas como la española, véase Turquía, a quien se le ha permitido hacer una purga política sin precedentes sobre unas bases tan endebles que escandalizarían incluso al más acérrimo enemigo de los derechos humanos del pasado siglo XX.

Y es que el siglo XXI nos está trayendo las nuevas estrategias de las élites autoritarias en tiempos de turbación generalizada. La infiltración en los medios y en los partidos políticos de formas insidiosas de miedo y de odio; la polarización social como forma de dominio popular y de ocultación de los verdaderos problemas, y el exterminio del enemigo político por la vía de diseñar, aprobar y ejecutar leyes que están muy lejos del espíritu humanitario con el que se concibió la democracia. Ya saben, aquello de liberté, egalité, fraternité, que ha sido sustituido por el fetichismo legalista de légalité, légalité et un plus de légalité hasta que la legalidad nos salga por todos los orificios corporales, se solidifique convenientemente cual hormigón armado  y nos deje clavados como estatuas, de tanto miedo que tengamos hasta de salir de casa, pues en el fondo de eso se trata, de acojonar al personal hasta límites que produzcan parálisis, porque ya se sabe, la sagrada unidad de la patria está por encima de cualquier otra consideración, incluso de las libertades elementales.

Se comprende así que Rafael “Erdogan” Catalá, nuestro nada sutil ministro de injusticia, afirme con rotundidad y sin sonrojo alguno que es una “demanda social” que no se pueda indultar a los responsables convictos de sedición y rebelión  respecto a un delito que no se ha cometido  desde 1981 y que todavía no ha sido sometido a juicio por lo que respecta a los independentistas catalanes . Eso sí, el émulo del gran turco ha seguido sin despeinarse ni un pelo, pues al parecer es inexistente  una demanda social similar para que los delitos de corrupción tampoco puedan ser indultados, ya que al gobierno se le ha quedado atascada en el overdrive la palanca del indulto de los corruptos y sinvergüenzas, a quienes concede el perdón anualmente en un volumen cifrado en centenares al año.  A eso le llamo yo una justicia equitativa e igualitaria.

También se comprende que las masas enormemente informadas en volumen de datos inútiles o directamente falsos -y al mismo tiempo escasamente alfabetizadas en cuanto a calidad informativa- que pueblan el estado español se traguen sin apenas esfuerzo la propaganda bélica anticatalana, en un clima hostil que han creado el gobierno y los medios afines a partes iguales, necesitados de oxígeno para tapar los problemas de corrupción y las guerras intestinas del españolismo cañí. Un oxígeno incendiario, que ha avivado como nunca la hoguera del discurso xenófobo –porque de xenofobia anticatalana se trata, si hablamos sin pelos en la lengua- y que ha permitido al ministro Catalá –maldita la gracia de su apellido- que deduzca el corolario de que las masas claman por el apaleamiento sin perdón de rebeldes y sediciosos, mientras miran al otro lado de la calle en los casos de corrupción.

Señora SSS, señor Ministro de Injusticia: Carles Puigdemont será siempre el legítimo presidente de la Generalitat de Cataluña para muchísimos catalanes, por muchos artículos 155 que apliquen inventando fórmulas retorcidas y por muchas amenazas mafiosas con que nos “adviertan”. El hecho de que no pueda ser investido como presidente en la próxima legislatura no quita un ápice de verdad a esta afirmación. Como también es cierto que ustedes son los grandes enemigos de la democracia real, cuando con gran desenvoltura y total desparpajo se disponen a estrechar los márgenes del estado de derecho para proteger exclusivamente el artículo 2 de su Constitución, pasando por delante del artículo 1 (que parece que nadie ha leído a estas alturas), que propugna como valores fundamentales la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político, lo cual se plasma en el capítulo segundo del título primero, el de los derechos fundamentales y libertades públicas, ahora en vías de ser sacrificadas en el altar de la unidad nacional, pero con un trasfondo que va mucho más allá, como también iba en esa dirección la famosa Ley Mordaza.

La cuestión es que ustedes, señores de la mordaza, consideran que todos los medios son válidos para obtener sus fines presuntamente democráticos, pero en realidad lo único que hacen es encorsetar un statu quo que a estas alturas  ya ha demostrado a quien beneficia exclusivamente. Así que optan por el terror del oponente. Ahora somos los catalanes, mañana puede ser cualquiera. Como bien sabe el turco Erdogan, nada aglutina más a un pueblo desinformado que una buena campaña de intoxicación y la aplicación de  determinada legalidad como devastadora arma de combate contra el adversario. Y si se mete a diez o veinte mil presuntos enemigos del estado en la cárcel, mejor que mejor.  Las pruebas, la presunción de inocencia, la realidad y la justicia, son sólo molestos socavones en la autopista hacia el gobierno definitivo del gran corruptor corrompido. Socavones que se rellenan con la ignominia y la mentira y se apisonan con un sistema judicial abyecto y adicto al régimen.

Así que propongo a las señorías del gobierno que, antes de insultarnos pretendiendo que “sacrifiquemos a un catalán” como si de la matanza del cerdo se tratara,  tal vez se planteen la posibilidad de sacrificar a un gallego. O ya puestos, a una vallisoletana, pues en ambos casos hay motivos para la redención a través de la expiación de tantos pecados “democráticamente” cometidos.

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