martes, 20 de febrero de 2018

Conmigo o contra mí

Sí, a ti te digo, atiéndeme, lector equidistante, tibio y tal vez pusilánime. Ha llegado la hora de que reflexiones y que lo hagas urgentemente y considerando todos los factores en juego. Ha llegado el momento de que te des cuenta de que “esto” ya no va del proceso independentista, y ni siquiera va de repúblicas y monarquías. Y que nada tiene que ver lo poco o mucho que simpatices con nosotros, los catalanes.  

A ver, piensa un poco, y asume las consecuencias. Si eres de los que creen que el bien primordial de este país –de cualquier país-  más que el bienestar de sus ciudadanos, más que sus derechos fundamentales, más aún que su libertad personal, es la sagrada unidad de la patria, es que para ti la democracia no existe o es sólo un artificio instrumental para mantener un statu quo coyuntural de los poderosos, aunque la coyuntura dure quinientos años. Y entonces, también habrás de estar de acuerdo con las anexiones territoriales de los fuertes sobre los débiles, de las ocupaciones de territorios sine die y de la colonización abusiva de regiones por el bien de tu patria. Te habrá de parecer lógico y justo que los israelíes construyan asentamientos en tierra palestina, que los rusos arrasen el Donbass y que China se anexione el Tibet milenario. Todas ellas son razones de estado, convenientemente justificadas por el supremo interés nacional y la unidad de los territorios históricos de cada etnia, pueblo o nación. Pero entonces no presumas de demócrata, porque podrás decir que lo eres, pero será una mentira más entre tantas otras que utilizas para justificarte en voz alta. O lo que es mucho peor, para justificar a tus líderes, que necesitan tu voto para cubrir el expediente pseudodemocrático de cada cuatro años.

Sí, tú, que lees esto levantando una escéptica ceja y frunciendo la boca en un gesto de desaprobación, al parecer no entiendes que en este momento, lo de menos es la independencia de Cataluña, sino el tratamiento que se está dando a los catalanes  como pueblo. Todas las medidas que tu gobierno ha tomado son para crear un clima de terror bien calculado y documentado, para decirle a la ciudadanía que se ha equivocado en el voto de las elecciones del 21 de diciembre, y que esto no parará hasta que votemos correctamente, es decir, a quien tus líderes decidan que es conveniente para tu España. Cualquier otra opción será severamente castigada hasta que nos rindamos o nos liemos a tortas, que es lo que esperan con fruición en Madrid y en la caverna mediática, para justificar así una mayor represión, militar si se tercia.

A ti, que crees a pies juntillas todo lo que te explica una caverna que no pone los pies en Cataluña y habla de oídas de lo que aquí sucede, repitiendo consignas interesadas y repugnantemente falsas; sí, tú que tanto nos criticas y ni siquiera has estado aquí para verlo, tú que te crees todo lo que te dicen porque lo sabes de  un amigo de un cuñado de un sobrino de una prima tuya y por eso ya te convences de ser una voz autorizada para iniciar un pogromo anticatalán en la tasca de tu barrio, como hace siglos que se viene haciendo en la rancia España, primero contra los moros, luego contra los judíos y más tarde contra cualquiera que no acepte  pasar por el rodillo lingüístico-cultural de la vieja Castilla imperial; a ti te digo que no tienes ni idea de libertad, de respeto y de democracia. Y que todo ello te importa un rábano, igual que la corrupción, la desidia y el amiguismo del que se nutren los círculos de poder gubernamental.

Tú, que eres tan ingenuo como para creerte que los independentistas somos culpables de haber despertado el fascismo en España, sin que ni siquiera seas capaz de apreciar que precisamente por eso, porque el fascismo nunca ha estado muerto, es por lo que se ha despertado ahora con renovado vigor. El vientre de la bestia aún es fecundo, dijo Brecht hace muchas décadas, y ahora se está demostrando hasta qué punto es fértil y en qué medida sólo estaba hibernando en espera de mejores tiempos para medrar. Pues bien, a ti te digo que eres cómplice de ese fascismo nunca muerto, y también te digo que son muchísimos los ensayistas que advierten al mundo entero sobre como un “fascismo en nombre de la democracia” se está apropiando de forma sibilina e insidiosa del discurso político en todo Occidente. De un modo que en España es patente como en pocos sitios,  pues aquí los que más se proclaman demócratas son los que menos creen en la democracia (y lo demuestran con sus palabras, con sus actos y con sus gestos), los que se pronuncian como auténticos y confiables  son quienes más mienten; y los que se presentan como justos son quienes más prevarican descaradamente apoyados por el aparato “constitucional” del que tanto os llenáis la boca. Esa constitución “que nos dimos entre todos”, y que la mayoría de quienes estamos sufriéndola no la pudimos votar. Y ahora ni siquiera la podemos cambiar, porque es como el cánon bíblico para  los fundamentalistas cristianos, un ente intocable, inmutable y que según ellos contiene verdades indiscutibles, lo que les lleva a negar la edad de la tierra y la evolución de las especies. Igual que tú eres capaz de negar y silenciar la diversidad de opiniones en cuanto a lo que significa España para muchos de nosotros.

Como dijo en celebrada ocasión Dante Fachín frente a las puertas de la cárcel Modelo, lo que está en juego ahora es directamente la Libertad, así con mayúsculas, esa libertad que todos creímos en un momento histórico que habíamos recuperado de las garras del franquismo, y que a la postre se ha demostrado estar atada con largas cadenas a la mesa del general. Unas cadenas llamadas constitución y monarquía, ambas impuestas con una pistola depositada sobre la mesa de negociaciones, como ahora sabemos. Ambas garantes de un estado de cosas que facilita el mantenimiento de una plutocracia que ha fagocitado incluso a quienes siempre fueron considerados como el paradigma de una progresía hispana que ahora ha dejado a muchos en la estacada, huérfanos de proyecto, porque a Felipe y los suyos, de tanto sentarse a la mesa de los poderosos, se les ha puesto aspecto de banqueros o de capitostes del FMI.

Sí, hombre, atiende, date cuenta de que –parafraseando a Carlos Delgado- no sólo Rivera es un lagarto de V, sino que lo son todos aquéllos a quienes tanto respetas y adoras como adalides de la legalidad y la democracia. El autoritarismo es camaleónico y se ha modernizado, y ahora se presenta bajo apariencias joviales, desenfadadas, juveniles y reformadoras. Pero el discurso es el mismo de los años treinta del siglo pasado. La exclusión del diálogo, el arrollamiento del adversario, el uso de amenazas y coacciones, la descalificación sistemática, el insulto oficial y oficioso, el empleo abusivo de una maquinaria judicial sometida y asimétrica, la utilización partidista de las fuerzas de seguridad y la permisividad desvergonzada con los bestiales cachorros del fascismo, que van por ahí agrediendo a gente normal y corriente porque se siente catalana antes que española, son muestras de que estamos donde siempre hemos estado: en una España intolerante, incapaz de sumar diversidad más allá del folclorismo demagógico y cursi. Una España imperial, colonialista y ultranacionalista; mucho más nacionalista que cualquiera de los independentistas catalanes, que, a fin de cuentas, en muchos casos nos hemos visto obligados a tomar un partido que no deseábamos, impelidos por el maltrato continuado del que hemos sido objeto desde aquel lejano 2006. Un  maltrato que era, esencialmente, abono electoral para un partido tan podrido como el PP, al que habéis votado una y otra vez sin asomo de vergüenza ni arrepentimiento.

Te diré una cosa que espero que no te sorprenda: si mi padre me tratase la mitad de mal que me ha tratado tu gente, no le dirigiría la palabra en el resto de mi vida. Es más, ni siquiera asistiría a su entierro. O sea, que teniendo en cuenta que ni contigo ni con tus líderes me une ningún lazo de parentesco, ya puedes imaginar cómo me siento respecto a ti y toda la caterva de tibios, equidistantes y xenófobos con quienes tengo la grandísima suerte de no tratar cada día.  Y también te puedes imaginar lo que pienso de tu España, que bien os la podéis quedar si tanto os place, pero dejadnos a nosotros en paz. Pero luego no os quejéis el día que tanto españolismo uniformador se transforme en un gobierno de sangre y plomo; eso sí, siempre vestido con las más modernas apariencias democráticas.

En resumen, lector, ahora que parece que se acerca el momento de los puños, porque aquí son muchos los que ya no quieren aguantar más, ten presente que no hay equidistancia o tibieza posible: o estás conmigo o estás contra mí.  Estás con la libertad o estás con el yugo, es tu elección, para la que espero que seas totalmente libre. Pero cuando escojas -ya sabes a qué me refiero- será definitivo, sin vuelta atrás. Serás mi aliado o mi enemigo, pero tanto da, porque nunca más volveré a sentarme a la mesa de tu negra y cainita España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario