jueves, 5 de octubre de 2017

El imposible diálogo con España.....


…a no ser que cambien muchas cosas. Porque el PP, en la más recia y rancia tradición española, no aceptará nada que no sea una rendición incondicional, excepto si empezamos a poner sangre sobre la mesa, o bien salvo que los que mandan de verdad consideren que ha llegado el momento de proteger su dinero a cambio de alguna concesión, por supuesto interesada. Hoy por hoy, el gobierno español, ayudado por su formidable maquinaria propagandística y los medios de comunicación afines, no tiene ningún interés en aparecer como pactista o dialogante frente a los que hemos pretendido romper el orden constitucional.


Y precisamente a eso quiero referirme  hoy,  a la hipocresía y el cinismo, no del  PP, de Ciudadanos y del PSOE –que eso se da por descontado por el mero hecho de ser partidos políticos- sino de mis conciudadanos, vecinos, colegas e incluso amigos, que no habéis tenido problema alguno en usar un doble rasero vergonzoso para justificar vuestro alineamiento acrítico con el gobierno español sin percataros del grado de deshonestidad personal que ello implica. Y me refiero a gentes que os creéis esencialmente honradas, pero que mentís sistemáticamente, en especial a vosotros mismos, citando la afortunada frase de Dan Ariely, posiblemente el mayor estudioso sobre la mentira que tenemos actualmente en el mundo.


Cierto es que los medios os empujan a creeros vuestras propias mentiras, aplicando el famoso sesgo de confirmación que los psicólogos sociales descubrieron ya hace décadas, que explica que sólo buscamos los datos que confirman lo que ya pensamos de antemano con independencia de los hechos (lo cual, dicho sea de paso nos convierte en descerebrados y manipulables corderitos en manos de quien tiene el control de los medios de propaganda).  Y esta afirmación viene al caso porque sólo es posible mucha mala fe o mucha estupidez, o una explosiva combinación de ambas, para que personas que nunca estuvisteis en la calle el famoso uno de octubre os atreváis a decirnos, a los que sí estuvimos, que todo fue un montaje, en el más puro estilo del negacionismo histórico que tanto conviene al chico fuerte de la Moncloa.


Pero es que hay más. Puestos a señalar, quiero retroceder unos pocos años, hasta 2014. Entonces, esos mismos que ahora se rasgan las vestiduras por la ruptura separatista del orden constitucional, aplaudieron a rabiar la revolución/golpe de estado de Ucrania que echó del poder al presidente Yanukovich –que tal vez era un sinvergüenza, pero no más que los que nos gobiernan aquí- rompiendo completamente el orden constitucional. Comprendo perfectamente que para los berzotas de Madrid, aquella constitución ucraniana no vale una mierda comparada con la española, consagrando el principio de que no sólo hay varios estados de derecho, sino que además el único que importa es el que está en Madrid. En aquella ocasión, y como se puede comprobar  haciendo un uso no sesgado de internet, algunos sentimos una punzada  en el cerebro cuando el PP, el PSOE, El País, El Mundo y todos los demás medios gubernamentales se alinearon con los revolucionarios, porque, cito más o menos literalmente, “la legitimidad del pueblo ucraniano está por encima de cualquier gobierno corrupto”. Y la punzada se hizo una jaqueca monstruosa cuando Crimea se separó de Ucrania y los berridos del gobierno español llegaron a la altura del Monte Ararat, obviando el hecho indiscutible de que Crimea siempre había sido rusa. La Unión Europea no tuvo ningún problema en correr a ayudar a un gobierno ilegal de un país no miembro con tal de tocarle las narices a Rusia, porque a fin de cuentas, y volvemos al principio fundamental de todo, en Bruselas lo único que les preocupa es el tema económico, aunque luego tengan que recurrir al amigo americano para poner orden, como sucedió en los Balcanes hace un cuarto de siglo. ¿Dónde estabais vosotros entonces, ciudadanos españoles, para defender la legalidad y el orden constitucional?


Mayor bajeza y cobardía parece impensable, pero sí la tenemos en fechas también  recientes. Muchos de esos mismos vecinos, colegas de trabajo y conocidos que nos ponéis a parir a los separatistas catalanes, protestabais como posesos porque el español fue el único estado europeo que no quiso reconocer la independencia de los pobres oprimidos de Kosovo. De hecho sigue siendo así, y si alguno se sorprende de esta ruptura de la disciplina europea por parte del gobierno español, la explicación es muy sencilla: Kosovo no es más que un grano en el culo de Serbia sin mayor importancia estratégica ni económica. En cualquier otro caso, el PPSOE se hubiera plegado a las exigencias de Bruselas/Berlín como ha hecho siempre. Y vosotros viviríais en la contradicción de hacer honores a un estado separatista mientras machacabais a los catalanes que rompemos la unidad de España. Y os quedaríais tan tranquilos, a sabiendas de que hay dos realidades: la de los hechos y la virtual, que os gusta más.


Doble rasero de mis hipócritas conciudadanos, presente de forma continua en los últimos años. En las postrimerías del verano de 2011, el PSOE y el PP nos colaron de rondón la única reforma constitucional del mundo en la que se limita el techo de déficit público, en un ejercicio asombroso de sumisión al poder financiero global. Lo hicieron con nocturnidad, alevosía y aprovechando el inicio de curso. Y, por supuesto, lo hicieron sin referéndum, retorciendo a más no poder la normativa de las cámaras. Los mismos que acusan ahora a la Generalitat de hacer trampas son los que le pusieron al pueblo español el cepo de la imposibilidad de decidir cuál es el gasto público que desean asumir. Yo me pregunto de nuevo, retóricamente, donde estabais entonces todos los que ahora criticáis el proceder del Govern de la Generalitat. Seguramente sumidos en el profundo amodorramiento mental que causa el retorno de las vacaciones.


O peor aún, cuando en los momentos más graves de la crisis (la nuestra, pero no la de los ricos, como se ha visto después) el gobierno saqueó –sí, saqueó- las arcas de la Seguridad Social para pagar partidas presupuestarias no contempladas en la normativa que regula el uso del Fondo de Reserva. Nadie le acusó de malversación de caudales públicos gracias a una medida campaña de silenciamiento. Pero lo cierto es que el Fondo de Reserva se utilizó de forma reiterada para pagos del desempleo y aquí nadie movió un dedo. Y menos aún los medios de comunicación, ante algo que podía ser constitutivo de delito, y no por unos pocos millones de euros, precisamente. Y vosotros no hicisteis nada, ni siquiera para averiguar la verdad. Os bebisteis la pócima que os dieron y os sumisteis en el silencio de los corderos.


Incluso muchos conciudadanos parecen no recordar lo muy indignados que estaban cuando el gobierno –su gobierno- les redujo el salario y les retiró días de vacaciones y libre disposición, rompiendo el sagrado principio del derecho según el cual “pacta sunt servanda” – es decir, los pactos o contratos son de  obligado cumplimiento- y abriendo el camino a la total arbitrariedad en la negociación laboral ante la pasividad –cómo no- de Bruselas, cuyos hombres de negro tenían la sagrada (esa sí) misión de controlar la economía por encima del bien y del mal, y justificando tanto los fines ilegítimos como los medios ilegales para conseguirlo. Y vosotros no sólo callabais, sino que jaleabais al gobierno que había puesto a  la prensa rabiosamente en contra de los funcionarios (igual que ahora sucede con Cataluña), sin daros cuenta de que los siguientes en la lista de víctimas ibais a ser vosotros, ciudadanos de a pie.


Por cierto, a la marea de indignación popular que siguió a la retahíla de medidas del PP en el 2012, no parecía molestarle mucho la posibilidad de tumbar al gobierno y las élites de forma revolucionaria y si era preciso rompiendo el orden constitucional (debo señalar que deponer un gobierno por presión popular siempre es inconstitucional, pero también puede ser legítimo) –eso sí, siempre que no hubiera sangre y no os tocaran el apartamento en Torrevieja, Alicante- porque evidentemente -entonces - la legitimidad del pueblo estaba por encima de cualquier legalidad. Y era así en vuestras mentes porque os habían tocado el bolsillo, que es lo único que parece que os importa. Pero cuando os tocan la dignidad, o cuando se la tocan a vuestros conciudadanos catalanes, os importa un rábano.


Sois desmemoriados a conciencia, pretendiendo que esto que ocurre es cosa de unos pocos dirigentes mesiánicos y desde hace unos pocos años. En 1996, las festivas huestes del PP triunfador de las elecciones cantaban a voz en grito “Pujol, enano, habla castellano” justo antes de los pactos del Majestic, lo que ponía de manifiesto un anticatalanismo rampante y masivo que ya existía profundamente anclado en la memoria colectiva española. Eso fue lo que me decidió a no pisar nunca más Madrid, como un símbolo y como un recordatorio personal de lo que ya imaginaba que sería la deriva futura de la política española. Sólo era cuestión de tiempo y de ganas de hacer daño, y de eso vuestros aliados tenían mucho. Y lo siguen teniendo.


Por eso, cuando ahora salen tantos mediadores de buena voluntad, permitidme me exprese mi escepticismo. No porque el PP sea perverso (que también), sino porque no tenéis memoria de vuestras propias actitudes pasadas. Os alineáis con lo que más os interesa, lo cual es muy legítimo. Racionalizáis determinados hechos para que se ajusten a vuestro pensamiento y vuestras necesidades, lo cual es muy humano, pero menos legítimo. Finalmente, os atrincheráis en el mensaje que más os conviene aunque sea una mentira descarada y aunque conviva con el negacionismo histórico, y eso os convierte en acríticos y deshonestos. Si queréis tener una opinión real, nada mejor que vivir la realidad, en vez de quedaros en casa a esperar que en la tele os expliquen lo malos que somos los catalanes. Y por lo menos, la próxima vez, acordaos de  lo que justificabais en otras ocasiones, y no sois capaces de recordar ahora. Al menos tendréis ocasión de ser coherentes.

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