martes, 22 de agosto de 2017

Los miserables


Y no, no me refiero a los integrantes de la célula yihadista que el 17 de agosto sembró el terror en las Ramblas de Barcelona, sino  a quienes les ha faltado tiempo para intentar sacar rédito político de esta tragedia, bajo el supuesto falaz de depurar responsabilidades.  Es vergonzoso que algunos periodistas e incluso clérigos católicos se pongan a repartir culpas a su conveniencia, carentes de todo respeto por las víctimas y por los barceloneses en general, que somos quienes hemos sufrido en nuestras vidas la conmoción y el dolor del atentado.

 

Algunos se niegan a comprender que ante este tipo de ataques, una persona decente jamás utilizará lo sucedido como arma política, y menos aún para desacreditar a los líderes de opciones ideológicas contrarias. El terrorismo yihadista no conoce de creencias o ideologías, y sus víctimas no son españolas o extranjeras, ni de derechas ni de izquierdas, porque  son todo ello a la vez. Las víctimas del terrorismo son la clara representación de la diversidad social y cultural de Occidente, y nadie tiene ningún derecho de irrogarse el papel de fiscal y juez de nuestros dirigentes políticos, como han hecho de inmediato los desgraciados de la caverna mediática, y los no menos infames curas preconciliares que todavía se sienten envalentonados para hablar como cruzados de una causa que no es otra que la del odio simétrico y absolutamente equivalente al que nos profesan los yihadistas.

 

Es decir, estos individuos ruines, auténticos canallas de los medios, ultras cuya opinión rezuma rabia contra lo catalán y contra la izquierda a partes iguales, que están llenado de basura las redes sociales como una forma de atacar a sus adversarios, no respetan el hecho de que la mayoría de los barceloneses no estamos para estas gilipolleces ni antes del atentado ni ahora. Las víctimas del ataque somos todos, y por eso carece de sentido injuriar  a Puigdemont, a Colau, a Carmena, como también resulta un despropósito  análogo la amenaza de la CUP de no asistir a la manifestación de repulsa del sábado si a ella asisten los reyes o representantes del gobierno español.

 

Estas huestes malvadas no son nada, pero se hacen oir mucho con sus salvajadas, estupideces e intoxicaciones. La ultraderecha españolista ya se ha puesto manos a la obra, intoxicando todo lo posible, pese a ser evidente que sus maniobras son como heces arrojadas sobre las víctimas inocentes de la matanza del jueves pasado y sobre toda la ciudadanía barcelonesa, que respondió de forma unánime y sin distinciones a la llamada de solidaridad que se propagó como un tsunami en la tarde del 17 de agosto.

 

Si acaso, lo que hay que asumir es que el yihadismo está respondiendo a la presión policial mediante nuevos métodos de camuflaje cada vez más sofisticados y que dificultan la labor policial de detección. Si acaso también, va siendo hora de que algunos dejen de sembrar malignas imbecilidades como que esto ha sucedido porque la Generalitat impide que los Mossos colaboren con las fuerzas de seguridad del estado, cuando es bien sabido que el problema es la necesidad de integrar a los Mossos en organizaciones supranacionales como Europol e Interpol. Y, por descontado, parece del todo necesario incrementar la comunicación y coordinación de todas las fuerzas de seguridad europeas ante el reto del yihadismo que, nos guste o no, no va a acabar en breve.

 

Lo que se necesita para acabar con la yihad en Occidente es mucha unión, mucha pedagogía y sobre todo, no publicitar otra más de las barbaridades que lleva  a cabo la caverna con total desvergüenza e inmoralidad, como es criminalizar a todo el colectivo musulmán, y de paso, criminalizar a quienes les apoyan y les procuran una mayor y mejor integración en la sociedad que les acoge. Esos inmorales cuyas proclamas recuerdan a los pogromos que asolaron Europa durante siglos y de los que España siempre fue un buen ejemplo, con la expulsión de los judíos y la conversión forzosa de los hispanos musulmanes que llevaban ocho siglos de convivencia en esta tierra.

 

Nos toca tanto manifestar nuestra repulsa al terrorismo yihadista como a quienes pretenden erigirse en nuevos cruzados contra todo aquello que no les gusta de esta Barcelona libre y abierta a todas las creencias y opiniones. Los barceloneses hemos de aislar a esos seres despreciables y exigirles que nos dejen a solas con nuestro dolor y con nuestras víctimas, de todas la nacionalidades, creencias y religiones.  Hemos de gritarles  que las injurias y bajezas  que vomitan no son en nuestro nombre. Que ellos son los verdaderos miserables de esta historia.

1 comentario:

  1. Tu artículo me ha gustado mucho. Lo he compartido en facebook porque creo que merece la pena darle difusión. Es inteligente, firme y entrañable. Buen trabajo, Jordi. Un abrazo.

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