miércoles, 29 de enero de 2014

Carta (cerrada) a Alicia Sánchez Camacho



Señora Alicia Sánchez Camacho:

Me permito dirigirme a usted para afearle su ya más que recalcitrante y reprobable actuación respecto a los conciudadanos de su tierra natal, Cataluña. Eso de comparar la situación de aquí con la del País Vasco cuando lo de ETA es una atroz barbaridad y una solemne estupidez, a lo que ya estamos acostumbrados los sufridos catalanes que tenemos que soportar el bochorno de su trasnochado lerrouxismo con sabor “marca España”, que no por idiota deja de merecer una contundente réplica por parte de los movimientos sociales que le están exigiendo una rectificación inmediata de sus palabras.

No voy a reiterar una petición que ya es clamor popular, pero sí quiero incidir en algunos aspectos de su conducta que merecen ser especialmente analizados a la luz de circunstancias que la mayoría  desconoce, pero que son de dominio público.

La veo todas las mañanas salir de su domicilio y subirse a ese cochazo con chofer que yo, como muchos de mis de mis vecinos y conciudadanos, nos preguntamos qué ha hecho usted para merecer, a no ser que el insulto continuado – a Cataluña y a la inteligencia - sea mérito suficiente para tener acceso a semejantes prebendas.  Y también recuerdo cuando usted –y muchas de sus actuales compañeras de esa “ultraderecha moderada” que nos gobierna- desembarcaron en la Administración de la Seguridad Social en Barcelona a partir de mediados y finales  de los ochenta, con el firme propósito de hacer carrera a costa de lo que fuese. Y vive dios que la hicieron, y que mientras estuvieron en la Seguridad Social no creo que pudieran decir que vivieran un clima de repulsa y exclusión, teniendo en cuenta que si afirmasen semejante cosa, somos muchos – antiguos compañeros suyos en las mismas labores públicas- los que tendríamos que desmentir semejante despropósito, pues es de todos sabido que aquí convivimos catalanes y no catalanes en un clima que nadie podría calificar ni de mínimamente tenso, y mucho menos de rechazo o exclusión. 

Las recuerdo también a usted y su buena amiga, hoy Delegada del Gobierno, conspirando regularmente al fondo de una céntrica cafetería del Paseo de Gracia, tan ricamente entre cafetitos, papeles y sonrisas, sin que percibiera en su semblante la menor tirantez debida a la atroz persecución a la que al parecer se veían sometidas por su condición de militantes del PP (sector ultra), que es lo que son, por mucho que se les llene la boca de  democracias, y por mucho que pretendan fingir una implicación en la sociedad catalana que es una soberana mentira. Baste decir que jamás nadie las oyó pronunciar una palabra en catalán hasta que sus cargos políticos mediáticos  las obligaron, y sin embargo jamás recibieron censuras laborales o sociales por ello. Y eso es algo que no pueden desmentir porque hay cientos de testigos de su anterior vida laboral.

Así que no me venga con chorradas, Alicia, que ya no estamos para tonterías sobre todo por culpa suya y de los suyos, con el asunto éste de comparar a los independentistas catalanes con ETA. Sobre todo cuando son cada vez más los que piensan que lo ocurrido en Euskadi – es decir, la violencia etarra- les permitió ganar a los vascos un montón de concesiones, reflejadas en la mismísima Constitución y su casi divino respaldo a los sistemas forales vasco y navarro. Y que ya les hubiera estado bien a ustedes y todos los de su calaña que en Cataluña el talante hubiera sido similar al que se vivía en el País Vasco. Y que aquí se hubieran cargado a unos cuantos “de los suyos”, para que entonces pudieran hablar, con conocimiento de causa, rigor y ecuanimidad, de lo que es el rechazo y la exclusión políticas. Y también para que entonces, tal vez, pudieran acusarnos de nazis con cierta justificación.

Pero no, en Cataluña somos del natural pactistas y negociadores, y muy poco proclives al recurso a la violencia como parte del arsenal político nacional. Algo que en el fondo ustedes desprecian, porque la verdad es que su lenguaje, sumamente agresivo, cuando no violento y provocador, no es más que el reflejo de la admiración que sienten por el músculo y la pistola como sustitutos de la palabra y el diálogo sincero. Como una vez dijo el presidente Pujol, con toda la razón, habría que preguntarles a ustedes a cuanta gente tendríamos que haber matado en Catalunya para que al menos nos respetaran como al País Vasco.

Vivo rodeado no sólo de no catalanohablantes, sino de gentes que no son ni se sienten catalanas, y no conozco a nadie medianamente razonable que pueda alegar que se siente excluido por no ser independentista. Para ustedes, recurrir a la equiparación entre independentistas y peligrosos terroristas es fácil y les garantiza una clientela entre desinformada y sectaria,  pero no les otorga la más mínima credibilidad cuando se les confronta a todos ustedes con la realidad de las calles de una urbe como Barcelona, por un decir. Esa Barcelona que usted pisa a diario sin que nadie le rompa la cara en la primera esquina, Alicia. 

En cambio usted nos rompe el alma cada vez que abre su enorme bocaza para vomitar sus insultos y falsedades contra aquellos que nos sentimos ante todo catalanes, como si eso –el sentimiento- fuera una especie de gravísimo delito que hubiera de ser tipificado en el código penal. Bajo todo ese discurso suyo lo que subyace es un rechazo, sí, pero el del PP y su sector más ultra contra todos aquellos que pretendan diferenciarse de lo que para ustedes debe ser el “españolito marca España” con sello y denominación de origen otorgada desde la calle Génova. 

Alicia, no nos engañemos, son ustedes los excluyentes y no nosotros. Lo que sucede es que reiteradamente recurren a ese subterfugio que los psicólogos describieron hace ya un montón de años: la proyección de los defectos propios sobre quienes les rodean, en una especie de autoexorcismo de los males que les aquejan. Es mucho más fácil responsabilizar al otro de defectos que le atribuimos, que reconocer que lo que en realidad sucede es que ese otro al que repudiamos es el espejo en el que se refleja nuestra imagen, muchas veces desagradable.

No quiero reprenderla a usted, Alicia, por ser cómo es. Todos somos herederos de un bagaje familiar, cultural y social que resulta fundamental admitir como propio. Usted es heredera de los que ganaron la guerra, de los del tricornio y la garrota, de los que nos obligaban a hablar en el idioma del imperio, de los que estaban en Cataluña como en un país ocupado, de quienes tenían la visión limitada  por las paredes de la casa cuartel, que era una de las perversas formas que tuvo el franquismo de impedirles que pudieran integrarse realmente en la sociedad que los acogía.

En ese sentido usted es catalana por nacimiento y vecindad, pero nunca lo ha sido, ni lo será, por sentimiento.  Lo suyo es un camuflaje para aparentar lo que no es ni siente ser. Y eso sí que se lo repruebo, por la maléfica falsedad que conlleva. Jamás le pediré que se sienta catalana, pero lo que me parece inadmisible es que me diga –en catalán- que es usted tan catalana como yo. Porque ciertamente lo es, pero sólo en términos jurídicos, y aquí no se trata de legalidades y cuestiones jurídicas, sino de sentimientos. Sentimientos, Alicia, sentimientos.

Yo no voy a censurar sus sentimientos ni rechazarlos, que son muy legítimos. Pero también le exijo que usted respete los míos y los de millones de catalanes que somos independentistas. Que usted no desee que Cataluña sea un estado independiente es tan legítimo como la opción opuesta, que es la que suscribo. Lo que ya no es legítimo es que utilice usted la agresión sistemática contra mí y lo que represento sencillamente porque a usted no le gusto.

Porque así como usted es heredera de la cultura del tricornio, yo lo soy de quienes sus predecesores maltrataban por ser hijos de esta tierra y sentirse orgullosos de ello, de quienes perdieron patrimonio, derechos y hasta su vida por defender una idea distinta, de quienes les importaba más lo que les decía el corazón que lo que proclamaba el DNI que llevaban en la cartera. Como siempre he dicho, soy español por imperativo legal, y catalán porque lo siento en lo más profundo de mi alma. Intente convencerme de lo contrario si quiere y puede, pero no se le ocurra decirme que soy un terrorista por no comulgar con su ideario rojigualda.

Por otra parte, como política avezada y jefa de filas del PP en Cataluña (lo que a mi modo de ver demuestra hasta qué punto la meritocracia ha sido sustituida por la mediocricracia en este país), debería saber que el rechazo a su partido es cosa normal y forma parte del juego político. Eso se llama democracia, es decir, la expresión popular de la aceptación de ciertas ideologías y programas políticos, o bien su rechazo en las urnas. Lo que no deja de sorprenderme es que no aprecie usted que el rechazo de la mayoría de la sociedad catalana a su partido en las urnas se refleje también en la vida social. Parece como si usted esperara que en la calle las masas aplaudieran lo que en sede parlamentaria le rechazan.

Señora mía, cuando el discurso que arropa el ideario de un partido como el suyo es furibundamente agresivo contra una mayoría por lo demás pacífica, el rechazo social está implícito en el rechazo político. El PP nunca será un partido mayoritario en Cataluña, salvo que consigan ustedes imponer el partido único, otrora llamado Movimiento Nacional. Por tal motivo, serán ustedes siempre el partido de una importante minoría, cuyo programa político será generalmente rechazado por el resto de la ciudadanía. Se lo vuelvo a repetir: eso se llama democracia, aunque a sus correligionarios en general y a usted en particular mal que les pese que la democracia sea así

Lo de la exclusión es otra cosa. Censurable, si usted me apura. Pero con atenuantes más que notables, si me permite hacer honor a la objetividad. Cuando sus afines, amigos, cachorros y demás fauna que pulula entorno a las siglas del PP se permiten ir por la vida haciendo el saludo fascista, retratándose con la bandera del régimen franquista, e insultando a los catalanes colectivamente como nazionalistas y otras lindezas por el estilo; mientras muchos de los líderes populares proclaman atrocidad tras atrocidad, como la necesidad de ocupar Cataluña con un tricornio al frente y disolver el parlamento catalán, o peor aún, acabar con el régimen autonómico y volver al estado centralista y jacobino al que tan afines son en el PPSOE; y sobre todo cuando usted miente como una bellaca sobre la situación en Cataluña y la persecución que sufre el PP, lo menos que puedo decir es que ustedes practican la autoexclusión social por la vía de identificarse con lo peor del ultraderechismo imperialista español, algo que en Cataluña provoca verdadera grima incluso a los más moderados. Y  cuando ustedes además aprovechan el rodillo que les prestó el resto de España para apisonar cualquier iniciativa democrática, por razonable que sea, ¿cómo tienen la desfachatez de quejarse de lo poco que les queremos aquí?

Son ustedes los que se excluyen de todo: del auténtico juego democrático, del diálogo y la negociación, del debate sosegado, de la convivencia pacífica….Son ustedes los que (como siempre) se apropian de algo en lo que no creen –la democracia- para violarla, pervertirla y dejarla llena de mierda cada vez que la nombran y utilizan como si fuera un arma. La pistola que a muchos de los suyos les gustaría seguir empuñando como hace setenta y tantos años, Alicia.

En Catalunya no nos gustan los fascismos. Ninguno. Jamás. Y su partido, sus actitudes, sus declaraciones y sus estrategias propagandísticas dignas de Goebbels atufan a una demagógica intolerancia predemocrática, Alicia, de la cual es usted la máxima responsable.

Y si efectivamente se siente rechazada, piense que por aquí  algún millón que otro de catalanes ya no tenemos el cáliz para más hostias.

7 comentarios:

  1. Genial escrit! Potser massa llarg i un pèl reiteratiu, però pel de vertitats com un puny. Goebbels ja va inventar allò de "difama y vencerás". Els del PP, Pèrfids i Perillosos com són, són els seus més fidels seguidors, Sens dubte.

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    1. Gràcies per les teves observacions. Tinc certa tendència a una excessiva verbositat que haig d'aprendre a reprimir, he he.

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  2. Totalment d'acord, potser una mica més curt concentraria mes la idea.
    Alfred

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  3. Genial. Per a mí, perfecte. No m'hi sobra absolutament res. Un plaer llegir-lo.

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  4. Molt bé. Una carta ben redactada per aquest Puto Pais.

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  5. Fantàstic. Gràcies per posar paraules al sentiment de molts catalans.

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