viernes, 10 de mayo de 2013

Monarquía/República

Sin duda, los dos últimos años han devenido en auténticos Annus Horribilis para la monarquía española, para regocijo de muchos, que a mi me resulta bastante incomprensible. No por monárquico, pero sí porque nunca he sido especialmente opuesto a la corona como forma de representación institucional del estado de derecho. Mis motivos tengo, y uno de ellos es  que considero que una figura representativa, sin más que un lejano ascendiente sobre los poderes del estado, pero sin una fuerza real sobre el acontecer político del país, da lo mismo que sea hereditaria que elegida, o incluso me daría lo mismo que tuviera un perfil meramente funcionarial y ocupara el puesto por oposición, puestos a decir.

A todos aquellos tan sumamente preocupados e indignados por el coste económico de sostener a una casa real les puedo y debo contraponer que  es un hecho constatado que los costes de un sistema republicano son superiores, siquiera porque se han de celebrar elecciones presidenciales cada cuatro o cinco años, con la movilización de recursos que representa, humanos y económicos. Tampoco está de más señalar que una república semipresidencialista como Francia tiene un coste de mantenimiento de los huéspedes del Elíseo notoriamente superior a los de la Corona española. Sin contar que el nuestro es un país saturado de elecciones: Congreso de los Diputados y Senado, autonómicas, locales, europeas; nada más nos faltaría tener una quinta elección al presidente de la república.

Para el republicano emocional, que es la vertiente opuesta pero simétrica del monárquico emocional, ningún argumento vale: se es antimonárquico porque sobre todo se es antiborbónico, como si Juan Carlos y sus descendientes fueran de igual catadura que Felipe V y los que les siguieron. Eso no tiene otro nombre que puerilidad, y no merece siquiera despacharlo con las dos líneas que le estoy dedicando. Ser republicano porque se tiene manía a los Borbones es de aquellas cosas que, como ser hincha del Barça o del Madrid, resisten cualquier análisis lógico y racional. 

Como también resulta irracional ser republicano porque a Juan Carlos lo puso Franco. Teniendo en cuenta que el dictador murió en la cama sin apenas oposición formal, ya me dirán cual era la alternativa. ¿De veras alguien cree, inocentemente, que de no haberse dispuesto la reinstauración de la monarquía, en 1976 se hubiera proclamado la república tal cual, sin mayor problema? A lo mejor muchos piensan que el sentir mayoritario de la España de los setenta era republicano, pero eso es hacer política ficción. Las Cortes franquistas se suicidaron políticamente sin que hubiera un  conflicto violento precisamente porque había una apariencia de continuidad en el régimen, representada a partes iguales por Juan Carlos y por Adolfo Suárez. Cualquier otra alternativa hubiera representado un más que factible baño de sangre a la siria. Así que tengamos presente que la transición suave se hizo gracias a al rey y a Suárez, y que la mayoría de la ciudadanía quería una transición así, basada en reformas más que en rupturas radicales (cuestión distinta es que al no forzar la ruptura, se engendraron muchos de los males de la España actual).

Por otra parte están aquellos que se declaran republicanos porque consideran que esa era  la legitima forma de estado cuando se sublevó Franco en 1936. A esos legitimistas de pacotilla cabría recordarles que la Segunda República se instauró como  consecuencia de un -Dios me perdone lo que voy a escribir- semigolpe de estado a consecuencia de la victoria republicana en unas elecciones....municipales. Y todo lo que siguió después lo propició la abdicación del rey. El pobre creía que así evitaría un baño de sangre, y así nos fue. Luego, ese argumento tampoco nos vale.

Algunos más creen que la república es la forma esencial del estado democrático de derecho, inspirados por el espíritu de las revoluciones americana y francesa. Pero la verdad es que el parlamentarismo ya existía desde bastante antes en su forma monárquica, como bien pueden informar los súbditos de la reina de Inglaterra o incluso nosotros, los denostados catalanes, que en plena edad media teníamos un gobierno muy controlado por instituciones similares al parlamentarismo actual. Así que tampoco hay aquí fondo que rascar.

Los más sensatos y modernos creen que la república sería la forma de articular definitivamente España, imaginando algún tipo de consenso federal que diera salida, por fin, al engendro del estado de las autonomías. Una cosa al modo de la Bundesrepublik Spanien, que es cuando me da la risa. O el llanto, porque preveo mucho crujir de dientes si al final el rey abdica y le sigue en tropel toda su familia. 

La mayoría no parece advertir que el impulso republicanista de los últimos tiempos viene apadrinado -extrañamente, pensarán unos cuantos- por la derecha llamémosle conservadora. Eso debería constituir un toque de atención para los republicanos nacionalistas y/o federalistas. Si la derecha neoliberal española, encabezada por El Mundo, se propone indisimuladamente aupar nada menos que a Aznar a la presidencia de la república, pueden estar seguros de que no será para convertir España en una federación de repúblicas. Ni muchísimo menos.

La pretensión de la derecha "republicana" no puede ser otra que la de auspiciar una república presidencialista al estilo de las americanas, en la que el presidente tenga todo el poder ejecutivo. A lo más que podrían ceder sería a un modelo como el francés, semipresidencialista, pero aún así con un tremendo poder en manos del presidente de turno. Un estado así articulado despacharía directamente todas las identidades nacionales de la península: los partidos de ámbito regional no tendrían nada que hacer, salvo limitarse a la política local. Los modelos presidencialistas conducen indefectiblemente al bipartidismo extremo, a lo sumo con un partido bisagra minoritario de ámbito estatal.

Tampoco nos engañemos desde la izquierda. El único partido que podría impedir la creación de un régimen presidencial en España es el PSOE, pero su tradición tremendamente jacobina y centralista resulta reveladora de lo contrario. Por muchas siglas autonómicas que le pongan, el PSOE es el PSOE y se resiste cual gato panza arriba a un autentico modelo federal como el impulsado desde los rebeldes del PSC. El socialismo español estaría encantado, y la ínclita Chacón la primera, de cargarse el modelo  descentralizado actual e instaurar, con la complicidad de la derecha, una república más francesa que la propia Francia.

Alemania, en su versión federal, nunca ha sido ni será un referente para los políticos que medran en Madrid. Se me antojan ilusos quienes creen que derrocar la monarquía abriría una puerta al federalismo y a una articulación del estado más generosa con su periferia. La república española sería, en todo caso, una república madrileña y centralista, con lo peor del modelo francés y americano en la mochila. 

Y bástenos recordar cómo trató la Segunda República el problema catalán. Así que yo, mientras no soplen otros vientos, me quedo con la monarquía. Y ustedes me perdonen.

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