sábado, 25 de mayo de 2013

El porqué oculto de Aznar

El revuelo que han levantado las opiniones del expresidente Aznar en su última entrevista ha sido mayúsculo, y las opiniones respecto al porqué de su actitud respecto al actual gobierno han sido muy variadas, pero ninguna de ellas ha hecho hincapié en una circunstancia que a mi me parece sumamente relevante.

No hay que olvidar que Rajoy fue designado directamente por Aznar como su sucesor al frente del PP, y que ahora su valedor le vuelva la espalda no deja de ser chocante, por mucho que sus estilos de gobierno difieran. Teniendo en cuenta que las declaraciones de Aznar han sido contempladas como un torpedo en la línea de flotación del actual gobierno, y que eso ha debilitado aún más la posición gubernamental en esta larga crisis, sumada a la división causada en las filas del PP, a primera vista no parece que haya sido una decisión muy inteligente por parte del antiguo inquilino de La Moncloa. Pero con Aznar las cosas no suelen ser como parecen.

Podría tratarse de un simple globo sonda para tantear la actitud de su partido ante un posible retorno al gobierno, como también podría haber un montón de otras causas que hubieran motivado este extemporáneo ataque. Tal como yo lo veo, la personalidad de Aznar es demasiado compleja como para dar cuenta de lo sucedido esta última semana en un solo titular, pero dentro de esta poliédrica figura hay una variable que aparece continuamente en su biografía pública y que, insisto, ningún analista ha comentado a raíz de su entrevista en Antena 3. Lo cual, dicho sea de paso, me sorprende  sobremanera. 

Jose Mª Aznar ha sido siempre un hombre profundamente atlantista en el sentido más literal del término. En el fondo me da la impresión de que le hubiera encantado haber nacido en los Estados Unidos, porque se le ve mucho más cómodo en entornos anglosajones que en el europeísmo continental en el que tuvo que lidiar políticamente. Durante su mandato se alineó descaradamente con el frente angloamericano, y fue obvia su sintonía con el tándem Blair-Bush. La participación española en la guerra de Irak tuvo mucho que ver con esa sintonía, en contra del sentir mayoritario de la ciudadanía, que se plasmó en las multitudinarias manifestaciones contra la invasión de Irak.

Frente a la tibieza francesa y el rechazo germano a las operaciones bélicas que culminaron con la invasión de 2003, la actitud de Aznar fue siempre claramente beligerante, apoyando sin pruebas fehacientes la existencia de las armas de destrucción de masiva como excusa y argumento para iniciar la guerra. Formó parte activa, como miembro del "trío de las Azores", de la planificación e intervención armada que tuvo lugar, y no ocultó su desprecio por la tibieza de la Unión Europea al respecto. 

Con el tiempo, y ya apartado de la política activa, la vinculación de Aznar con el mundo anglosajón no ha dejado de fortalecerse. Forma parte del consejo de administración de News Corporation, el potentísimo conglomerado mediático anglosajón que postula por las formas más crudas de liberalismo económico. Y recientemente se ha incorporado a DL Piper, el mayor bufete de abogados del mundo, que también es de raíz anglosajona. Las relaciones de Aznar con el universo político, económico y financiero angloamericanos son múltiples, intensas y duraderas. En cambio, su aversión por el eje francoalemán es más que notoria, ya desde su época de presidente, lo que le ha llevado a distanciarse de forma más que notable de la vida pública europea.

Su desprecio por el tándem Merkozy ha sido tan clamoroso como obviado por los medios de comunicación. Posiblemente -y no habrá quien le niegue la razón tanto desde la derecha como desde la izquierda- considera que una Europa francoalemana es una Europa contra la periferia, y en la medida que la potencia hegemónica sea alemana, peor aún para España. Una deriva de la UE hacia un eje germánico le debe causar a Aznar tanto repudio como temor, y fomenta en él un planteamiento cada vez más euroescéptico.  En definitiva, mucho más cercano a la ambigüedad de sus colegas británicos que al declarado continentalismo de la mayoría de los políticos españoles.

Tengo la impresión de que tras las declaraciones de Aznar se encuentra una nada velada crítica al sometimiento de Rajoy a las instituciones comunitarias, y por ende, a los designios de la señora Merkel. También creo que el toque de atención de Aznar es muy explícito en ese sentido, y que a su modo de ver, España tendría que fortalecer sus relaciones y vínculos con el mundo anglosajón, aún a costa de manifestarse claramente euroescéptica, como un mal menor para poder sacudirnos el yugo de Alemania y de una Comisión Europea que es claramente rehén de las decisiones que se toman en Berlín.

Fiel a su atlantismo cuasivisceral, Aznar es de aquellos que no deja pasar por alto que, cada vez que Alemania ha pretendido la hegemonía en el continente, la cosa ha acabado en desastre para toda Europa, y por lo tanto, más vale alinearse en el bando de los triunfadores finales, que siempre han sido Gran Bretaña y los Estados Unidos, mal que le pese a la mayoría de la ciudadanía española, tradicionalmente germanófila y con una prolongada tradición antiyanki.

Curiosamente, no es tampoco baladí que otra gran valedora del atlantismo político y económico en el seno de la derecha sea la señora Aguirre, quien sorpresivamente y en una maniobra de retirada estratégica, se apartó de la vida política hace pocos meses. Sin embargo, el convencimiento general era el de que su retirada es sólo temporal y para planificar un ataque definitivo contra las filas del marianismo en cuanto las opciones sean favorables. Y no hay que olvidar que un gobierno encabezado por Aguirre sería mucho más proclive a alianzas con el entorno anglosajón que el actual consejo de ministros de Rajoy.

En definitiva, por más que muchos consideren que Aznar es un imbécil de cuidado, y que perjudicado mucho a su partido y al gobierno de la nación, a mi me parece que sus declaraciones han sido muy estudiadas y que ha escogido un momento muy sensible para hacerlas: en la cresta de una crisis de la que ahora muchos, sobre todo al otro lado del Atlántico, consideran responsable a la UE de su agudización y cronificación. El expresidente no tendría empacho alguno, actualmente, en volverle la espalda a la troika e impulsar lazos económicos más fuertes con el mundo económico y financiero anglosajón, aún a costa de  resquebrajar los cimientos de la Unión Europea. 

Y desde luego, lo que más le gustaría es darle la patada a Alemania y a su pretendida hegemonía, pero para hacerlo necesitaría un aliado tan o más poderoso que la vieja Prusia renacida. He aquí lo que para mí resulta  más significativo de la estruendosa reaparición del señor Aznar.


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