Definitivamente, ya no se trata
de ser de derechas o de izquierdas. Se trata de ser estúpido o ser perspicaz. De
ponernos las gafas correctoras o de asumir que somos miopes e incapaces de
atisbar lo que se cierne en la lejanía. No muy lejos, tan sólo a medio plazo; tampoco hace falta tener vista de águila o ser
un lince. Simplemente se trata de mirar lo que sucede en Alemania, ese presunto
paraíso socio-económico en el que debemos todos mirarnos para garantizar una
economía sana y potente. Bien, eso es lo que nos quieren hacer creer; por
supuesto, la actitud de la ciudadanía debería ser la de que a otro perro con
ese hueso, y que sí, que nos pueden imponer un trágala, pero que nosotros, los
de a pie, no somos tan imbéciles.
En resumen, que nos quieren
engañar. Después de haber pagado con creces el coste de la reunificación
alemana, ahora empezamos a saber en qué consiste exactamente el juego de Merkel
y secuaces. Que, básicamente, se ajusta a las siguientes reglas:
1.
Bajos niveles de desempleo. Teóricos, claro
está. El gran invento alemán se denomina minijobs,
lo cual consiste en una
denominación eufemística para lo que no es más que subempleo puro y duro, de
modo que si cobramos 400 euros mensuales por un trabajo de mierda (no se me
ocurre otra palabra) de un cuarto de jornada, ya no estamos en las listas del
desempleo oficial. Eso sí, nos moriremos de hambre igualmente, o tendremos que
ingresar en una comuna para subsistir.
2.
Reducción de los costes laborales. O sea,
menores sueldos para garantizar una competitividad que se sustenta solamente en
los trabajadores, pero no en los beneficios empresariales, que además se
reinvierten en áreas de mayor rendimiento económico y fiscal. A esto se le ha
llamado toda la vida proletarización,
fuerte y rasa.
3.
Incremento de la productividad. Por dos vías: el
aumento de la jornada laboral efectiva por encima del máximo universal hasta
ahora aceptado de 40 horas; y ligar los salarios a unos difusos conceptos de
incremento de la productividad. Como que los horarios y la productividad a la
que se refieren son los de las empresas
chinas y demás economías emergentes, eso se traduce en un estajanovismo radical de 50 horas a la semana o más. Y si cuela,
tanto mejor para el capital.
4.
Reducción de la masa laboral. O mejor dicho, los
excedentes de recursos humanos deberían irse a sus casas y además, no
inscribirse en el desempleo. A fin de cuentas, si dentro de unos años vamos a
trabajar todos más horas por menos dinero, ¿para qué necesita el capital tanta
mano de obra? Si a alguien esto le parece de ciencia ficción, que se vayan
mirando lo que sucede en Alemania, donde se llama despectivamente “madres cuervo” a las trabajadoras que
no se pasan dos o tres años en casa con sus hijos después del parto. Es en
Alemania, precisamente, donde se está dando un incremento sustancial de mujeres
en edad fértil que abandonan el mundo del trabajo para dedicarse al hogar. Lo
cual se traduce en que como tengan más de un hijo, ya quedan definitivamente
fuera del mercado laboral. O como en Holanda, donde se incentiva la retirada
“temporal” para el cuidado de hijos, lo cual puede parecer muy buena idea en
principio, salvo que regresar después a un puesto de trabajo digno es tarea
poco menos que imposible.
5.
El punto anterior entronca con otra idea que ya
va circulando por ahí: una familia, un
salario. Cuidado, porque argumentos no faltan: si usted tiene que trabajar
un montón de horas y su cónyuge también, y el estado deja de subvencionar las
guarderías y demás prestaciones familiares directas e indirectas, no le van a
salir los números: será mejor que uno de los dos se quede en casa cuidando de
la prole, mientras el otro se desloma horas y horas para mantener un nivel de
vida digno. Así que, mira por donde, volvemos a la tradicional división de roles
familiares.
6.
Reducción del coste de las pensiones. Bien por
la vía de alargar la edad de jubilación, bien por la de reducir la prestación
efectiva, o por ambas simultáneamente. Ciertamente, los sistemas de seguridad
social deben tratar de alcanzar un equilibrio financiero a largo plazo. Lo que
nadie dice, aunque todos los que se dedican al asunto vislumbran, es que el
incremento de la edad de jubilación se traduce en mantener una fuerza laboral
sobredimensionada en un entorno de empleo escaso y mal remunerado. La
conclusión es bastante simple: el aumento de la edad de jubilación significa un
exceso de oferta laboral que sólo puede remediarse con la emigración, el
subempleo o la retirada de parte sustancial de efectivos del mercado.
Mucho me gustaría equivocarme,
pero el horizonte al que nos acercamos más rápidamente de lo que creemos es muy
parecido al de hace cincuenta o sesenta años: reforzamiento forzoso de la
familia tradicional; tres generaciones conviviendo en un mismo domicilio; un
solo salario como sustento principal del hogar; uno o dos pensionistas ancianos
como refuerzo económico de la tambaleante economía familiar, y uno de los
miembros adultos de la macrounidad familiar dedicado a las tareas domésticas a
coste cero.
Eso es lo que viene de Alemania,
si no nos unimos para impedirlo.
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