sábado, 16 de febrero de 2013

Cortina de humo

El escándalo de la semana se llama espionaje a los partidos políticos. Y yo me parto de risa ante tamaño fariseismo y rasgado de vestiduras. Ahora resulta que las dos docenas de agencias de detectives de Barcelona se dedican exclusivamente a perseguir líos de faldas, maridos cornudos y empleados desleales. Venga ya....

Resulta esperpéntico el alud de titulares mediáticos y aún más las fingidas declaraciones indignadas de los líderes políticos acusándose unos a otros de prácticas presuntamente delictivas que se vienen practicando desde la noche de los tiempos. Lo que sucede en realidad es que, por oscuras conveniencias, se pretende ahora denostar una actividad que se realiza de forma generalmente discreta, y que es la fuente de los cientos de dosieres más o menos secretos que todos los personajes influyentes procuran tener a su disposición como herramienta de presión sobre posibles competidores.

El Watergate no se destapó precisamente en España, y si saltó a la palestra fue porque un par de periodistas tenían un interés especial en ganar el Pulitzer a costa de un presidente venal como Nixon, pero no porque fuera desconocido que, en general, todas las corporaciones y partidos políticos han procurado tener siempre todas las bazas posibles a su favor para vencer, someter, sojuzgar o dejar fuera de juego a cualquier adversario peligroso o sencillamente molesto.

La información es la fuente del poder. Un partido político desinformado es un partido ciego y sordo, y por tanto, atado de manos, incapaz de prever los movimientos del contrario. Lo que le conduce a estar en situación de recibir un jaque mate en cualquier momento. El juego político es sucio por definición, como han podido ver los espectadores de la espléndida Lincoln, por poner sólo un ejemplo; escandalizarse por ello es de una candidez infantil o de una mojigatería rayana en la idiotez.

Y, por descontado, tratar de llenar primeras páginas con semejantes bagatelas no es más que un ejercicio para desviar la atención de otros temas mucho más importantes que se cuecen en la trastienda del poder. O en la cloaca, para ser más exactos. Acongojados por la presión -ésta sí real- que está poniendo en la cúpula del PP el asunto Bárcenas y los sobresueldos de los dignatarios de la calle Génova, de lo que se trata es de aflojar el nudo corredizo que se estrecha sobre sus cuellos, y conseguir que el populacho (pues así es como nos tratan y consideran) mire durante un tiempo hacia otro lado.

El espionaje político existe y seguirá existiendo del mismo modo que el espionaje industrial ha existido siempre, y sin embargo, pocas noticias al respecto saltan a la palestra habitualmente, ya que son las propias corporaciones empresariales las que procuran mantener esta sigilosa lucha en el más absoluto secreto, pues todas la practican con mayor o menor fortuna. El crackeo de redes informáticas, el uso de Mataharis ocasionales o profesionales, la compra de subordinados descontentos, la instalación de todo tipo de escuchas y un sinfín de técnicas que hoy en día están al alcance de cualquier ciudadano con recursos suficientes, se utilizan de forma regular para espiar a los rivales. Basta con acercarse a La Tienda del Espía, por citar sólo alguno de los establecimientos abiertos al público, para tener una idea cabal del  diversísimo material con el cual podemos seguir, ver y escuchar secretamente a quienes deseemos simplemente pasando por caja y abonando la factura.

El espionaje en sí nunca ha sido un hecho punible: sólo cuando afecta de forma probada a determinados derechos fundamentales, puede ser constitutivo de delito, y aún así, es muy difícil obtener una sentencia condenatoria, por mucho que las asociaciones judiciales adviertan de lo contrario. Y los propios usuarios de los servicios detectivescos son los primeros interesados en no airear su uso, porque eso les resta fuerza en las negociaciones -léase chantajes y extorsiones- que se inflingen continua y mutuamente a modo de esgrima documental.

Por eso es de tontos prestar tanta atención a los enormes titulares que la prensa está usando estos días para ¿escandalizarnos? sobre los manejos de la clase política catalana, en una guerra cruzada de acusaciones que son para sonrojar, pero de risa, porque lo que resulta evidente a estas alturas es que todos espían a todos. Cosa que ya sabíamos porque nuestros amigos americanos consiguen destruir sistemáticamente carreras políticas emergentes con escandalosas revelaciones sobre el pasado de los contendientes electorales. ¿Cuántos posibles presidenciables yankis se han ido a su casa cabizbajos al revelarse tenebrosas anécdotas de su pasado? ¿Y cómo creen que se ha obtenido esa información?. A la vista de las declaraciones de nuestra Alicia en el país de las maravillas, uno estaría tentado de pensar que la información relevante sobre las personalidades se encuentra únicamente en las hemerotecas y en los currículums oficiales que distribuyen los aparatos de propaganda de los partidos, que eso sí que tiene delito.

En un mundo oficial teñido de medias verdades y claroscuros en los que predominan las sombras sobre las luces, la información auténticamente relevante sólo se puede obtener a través del espionaje. Y eso lo saben ellos y nosotros, los ciudadanos a los que sistemáticamente nos tienen por tontos. Así que ya está bien de tantas mamandurrias, que diría la Aguirre, y no pretendan desviar nuestra atención de lo verdaderamente importante: la corrupción. Hoy hemos sabido a través de Laurence Cockcroft, cofundador de la ONG Transparencia Internacional, que el sector de la construcción es el más corrupto del mundo, por encima incluso del comercio de armas. Y todos sabemos hasta que punto la construcción y la promoción inmobiliaria han sido no sólo muy importantes, sino puntales del crecimiento económico de este país desde hace décadas.

En definitiva, PSOE, PP i CiU están sirviendo un menú para comensales estúpidos o para niños de teta, ya no sé. Lo que si sé es que todo este tejemaneje no es más que un burdo truco mediático en el que los ilusionistas de la política nos sacan el conejo de la chistera mientras nos escaquean furtivamente los millones de euros que les han llovido durante lustros gracias a la corrupción que les corroe.

Una cortina de humo, no más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario