miércoles, 24 de mayo de 2017

El cisma

La resurrección de Pedro Sánchez ha pillado a muchos en fuera de juego, especialmente al aparato del partido y a la vieja guardia, que ha visto como su candidata se estrellaba en todas partes menos en Andalucía. Lo cual es muy significativo de la fractura que existe en el seno del socialismo español y de los enormes problemas que tendrá cualquier secretario general para mantener aglutinados el aparato, la militancia y los votantes, pues no parece que los tres sectores caminen muy al unísono de cara al futuro.

Estas cosas suelen acabar en cisma o disolución si nos atenemos a los ejemplos históricos, y ello resulta en una muy mala noticia para la izquierda española en general, y para el PSOE en particular. De entrada, porque si los barones del partido no arriman el hombro y ceden en su particular inquina contra Sánchez, éste va a tener que modelar una ejecutiva monolítica y fiel, pero enfrentada a un aparato con la clara intención de torpedearle continuamente. No se puede pasar por alto que un partido político es – entre otras cosas- una estructura de reparto de poder cuya idiosincrasia se define entre las ambiciones personales de la jerarquía y el pragmatismo electoral del bloque. Y que no es nada desdeñable suponer que aquéllas, aunque condicionadas por las expectativas electorales, muchas veces se mueven al margen de los deseos de unas bases y de un electorado que suelen ver con disgusto muchas maniobras de posicionamiento (personal) de los líderes del partido.

El gallinero socialista está revuelto, y las culpas hay que encontrarlas en aquellos que abrazaron el neoliberalismo a cambio de un plato de lentejas que, a la postre, se demostraron sumamente indigestas. El intento en toda Europa de ocupar espacios más centristas a costa del programa tradicional de izquierdas se demostró operativo sólo mientras duró el ciclo expansivo de la economía, pero en cuanto llegó la crisis, las clases más desfavorecidas se sintieron traicionadas por esos políticos que lo único que demostraban era su desesperado intento de salvar los fundamentos neoliberales del sistema económico, mediante meras operaciones de maquillaje que lo único que consiguieron fue enojar aún más a sus bases electorales, que se dispersaron en busca de alternativas más contundentes, como sucedió en España con Podemos.

El PSOE quedó en una operación tenaza entre Ciudadanos y Podemos y sin espacio político para maniobrar. Además, si una cosa se ha demostrado con claridad hasta la fecha es que gobernar España sin contar con la mayoría de los diputados catalanes es una tarea ímproba, porque nadie parece ser capaz de conseguir mayorías suficientes para tejer un programa solvente que supere el escollo que supone gobernar en minoría. En realidad, la situación actual en España es fiel consecuencia de los errores cometidos con los partidos nacionalistas. El último ejemplo nos lo ha dado el gobierno del PP, que ha tenido que hacer una concesión de mil cuatrocientos millones  de euros al PNV para obtener su apoyo a los presupuestos del estado. Eso es una hipoteca en toda regla cuya amortización veo poco viable, pues la cuestión es tan sencilla como plantearse qué otras concesiones tendrá que hacer el gobierno en el futuro para poder sacar adelante los siguientes presupuestos hasta agotar la legislatura, lo cual me parece harto improbable sin que el estado de las autonomías empiece a convulsionar de mala manera.

Pero volviendo al PSOE, la cuestión que tendrá que abordar Sánchez es que su partido se encuentra sin espacio político para maniobrar. La solución sería expandirse por sus fronteras, arrebatando votantes a Ciudadanos y a Podemos, lo cual es manifiestamente difícil. Ambas son formaciones jóvenes, con empuje y calado, y aunque es cierto que han cometido errores graves, mirado con ecuanimidad sólo se trata de errores de juventud. En unos pocos años estarán mucho más rodadas y no será nada fácil doblegarlas. Se habrán adaptado a las reglas del juego y lo jugarán con más osadía y visión estratégica. Y eso puede hacer muchísimo daño a un PSOE cuyo discurso estrictamente político se asemeja demasiado al del PP, y cuyas opciones en política económica son más bien escasas mientras sea Bruselas la única voz cantante en este delicado asunto.

Al PSOE le queda la baza de una política social claramente diferenciada del PP, pero aquí el problema es el electorado, mayormente desideologizado y que lo único que quiere es la utopía de regresar al estado del bienestar anterior a la crisis (y además, una política social avanzada cuesta un dinero que hoy por hoy no figura en las cuentas del estado). Por otra parte y muy astutamente, Ciudadanos ya se ha presentado como una alternativa moderna y socioliberal al renqueante socialismo de toda la vida, lo cual dicho en plata quiere decir que es mucho más abierta en política social que la derecha tradicional aunque su discurso económico sea marcadamente neoliberal. En el otro extremo, Podemos ha articulado un discurso social muy atractivo parta un sector amplio de la población desclasada y desposeida, que en este momento es mucha y no está para filigranas pseudoizquierdistas, precisamente.

Rodeado por la izquierda y por la derecha, el PSOE todavía no naufraga, pero está aprisionado en el hielo que ya presiona el cascarón del viejo barco. La solución sería escapar por el aire, para lo cual sería necesario subirse al globo nacionalista de Cataluña, permitiendo la incorporación al programa político del partido el tan denostado referéndum, lo que podría desbloquear la situación al este del Ebro y permitiría reconstruir una hegemonía de izquierdas basada en un eje PSOE-Podemos-nacionalistas. La alternativa radical consistiría en desinflar el globo soberanista para gestar una nueva relación de fuerzas (lo cual no veo nada claro en un horizonte a medio plazo, porque el independentismo ha venido para quedarse por muy variadas y sólidas razones). Para la primera opción, el PSOE tendría que abandonar su tradición tremendamente jacobina y centralista, lo cual también se me antoja extraordinariamente complicado viendo el reparto de fuerzas en el interior del partido y un notable anticatalanismo político en muchos de sus dirigentes.

La mejor solución sería un pacto PSOE – Podemos que facilitara la celebración del referéndum y ganarlo (es decir, que no hubiera una mayoría cualificada en Cataluña que pudiera poner hilo a la aguja de la independencia) despejando del tablero de juego el problema catalán durante algunos años. Si el discurso de Sánchez sigue siendo el mismo del año pasado, esta opción ha de descartarse, y si por el contrario cambia el chip, la vieja guardia del partido y los susanistas van a arremeter contra él con todas sus fuerzas. De hecho los ataques ya han comenzado, con la baja del partido de un histórico como Corcuera, lo cual suena a declaración de guerra del aparato tradicional antes incluso de que Sánchez tome las riendas del PSOE.

Así que parece que a medio plazo las tensiones internas, la falta de espacio vital y el absoluto desentendimiento con las fuerzas nacionalistas pueden abocar al PSOE a un cisma entre dos sectores bastante igualados. Un cisma de este calibre es algo parecido a lo que sucedió en CiU hace muy poco, con la consiguiente desaparición de UDC y la ostensible pérdida de influencia de la antigua Convergencia, que ha tenido que refundarse con nuevas siglas y muchas incógnitas de futuro. En definitiva, lo que quedara del PSOE tendría que enfrentarse a la posibilidad nada remota de convertirse en un mero partido bisagra entre fuerzas ostensiblemente más poderosas.

Son bastantes los analistas que consideran que los partidos  europeos históricos están abocados a la desaparición, víctimas de sus propias contradicciones y de la pérdida total de contacto con sus bases electorales. Las primeras barbas a pelar han sido las de la izquierda en casi toda Europa, lo cual resulta lógico teniendo en cuenta que quienes más han sufrido la crisis han sido sus votantes tradicionales, sin que la socialdemocracia haya sabido encarar una oposición fuerte y coherente al neoliberalismo rampante que, como dijo Warren Buffet, va ganando en esta guerra (y de momento, por goleada).

Siempre he mantenido que frente al cinismo y la brutalidad de la derecha, el PSOE llevaba muchos años oponiendo una actitud pusilánime e hipócrita (desde mucho antes de la crisis) y que eso acabaría pasándole factura. La actitud del PSOE en los últimos diez años conduce a un final cataclísmico si no se corrigen los defectos anteriores y se acepta que cuanto más grande y diverso es un país, más difícil es aglutinar a un electorado muchas veces disperso por  intereses económico-regionales contrapuestos (a fin de cuentas, y a riesgo de aparecer como otro cínico más, todo se reduce siempre a una cuestión de dinero y de su reparto). Y que hay que saber hacia dónde se dirige exactamente la nave, a riesgo de acabar embarrancándola de tanto cambio de rumbo. Aunque peor puede ser que al capitán Sánchez se le amotine la tripulación antes de llegar a puerto y tengamos al PSOE a la deriva otra larga temporada.

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