jueves, 16 de marzo de 2017

La misa de marras

Nueva polémica, estéril como casi todas las de este país, pero muy significativa respecto al nivel intelectual de muchos de los contrincantes (unos genuinos impostores), a cuento de la libertad religiosa en España. El detonante en esta ocasión han sido unas consideraciones –que a mí me han parecido sensatas y comedidas- sobre el papel de la televisión pública en la retransmisión de actos religiosos, que el líder de Podemos ponía en cuestión de forma que nadie (salvo  esos histéricos ultras que pueblan las shitTV que pululan por España con su vómito permanente en busca de una audiencia más propia de los programas de zapeo que de una información ponderada) podría decir que su opinión haya sido un ataque feroz y sangriento hacia los creyentes católicos.
 
El problema de algunos creyentes católicos, por cierto, es que viven tan dentro de su fe y tan alejados del mundo real que siguen convencidos de que en España el catolicismo, el gobierno y el estado siguen siendo uno y trino, y que por tanto, este país viene a ser como una manifestación terrenal de la alianza indisoluble entre su Dios y nuestro pueblo, de modo que nadie puede cuestionar la interferencia de la jerarquía eclesiástica y sus adláteres en la cosa pública, so pena de ser vilipendiado, insultado y agredido sin mayor justificación, lo cual a estos energúmenos del catolicismo rampante debe resultarles penoso por insuficiente, ahora que ya no hay una Inquisición como dios manda para poner en vereda a los ateos, agnósticos y miembros de otras confesiones religiosas que no comulgan con las mismas hostias que ellos, legionarios de cristo, opusdeistas de pro y demás compañeros de viaje, que ésos sí son los tontos útiles de los que hablaba el caudillo en otros tiempos.
 
Y son tontos porque, sencillamente, no piensan. No deja de ser curioso que existan notables coincidencias entre esos que defienden a ultranza una interpretación de la Constitución como si fuera la Torah, y proclamando anatemas contra cualquiera que se salga de la ultraortodoxia que impide cualquier desviación de lo escrito para según qué temas (léase el referéndum de Cataluña, por poner sólo un ejemplo), y en cambio resultan muy laxos -en la más notable tradición farisaica- en la interpretación de que España es un país aconfesional, que fue la forma bonita y sin estridencias de decir, allá por 1978, cuando los obispos todavía desfilaban bajo palio, que el moderno estado español sería laico.
 
Así pues, si no existe ninguna confesión preeminente en la articulación del estado (más bien la preeminencia recae en la gran masa de bautizados no practicantes porque en el fondo no tragan, aunque conviene seguir presentándose como católicos), la retransmisión de la santa misa por un canal público sólo tendría justificación en caso de ser de interés general, lo cual tal vez no sea de gran ayuda desde el punto de vista cualitativo, pero sí cuantitativo: los datos más recientes indican que sólo un diez por ciento de la población española es católica practicante. El idiota irredento de turno me dirá que hay muchos católicos no practicantes, pero es muy fácil responderle: si no son practicantes, no necesitan la retransmisión de la santa misa para absolutamente nada. Y, como muy bien ironizaban hace poco en Eldiario.es, eso de los católicos no practicantes es una chufla para engrasar estadísticas, pues nadie habla de vegetarianos no practicantes a aquellos vegetarianos que comen carne.
 
Así pues, un medio público como TVE está retransmitiendo la santa misa semanalmente a cuenta del presupuesto del estado, es decir, a mi cargo y al del noventa por ciento de españolitos a quienes les trae al pairo la iglesia católica y sus rituales y liturgias. O sea, que estamos sustentando algo que no solo no es de interés general, sino que lo sustentamos por ser la confesión que detenta la primacía entre todas las religiones que se practican en España. Me pregunto qué haría TVE si en unos pocos años el protestantismo evangélico pasar a ser la confesión mayoritaria en España. ¿Suprimirían la Santa Misa y la sustituirían por la retransmisión de las histriónicas proclamas de un pastor alabando al Señor y precediendo a un bonito coro de góspel con sus colorísticos atuendos y rítmicas canciones?  Me temo que no, porque en definitiva, de lo que se trata es de defender la parcela que se ganaron los ultras católicos desde la Contrarreforma.
 
O sea, que el problema no es cualitativo ni cuantitativo, sino de trasposición del poder real de la iglesia católica en España, que todavía es muy superior al de cualquier formación política y que condiciona a todos los gobiernos, y no digamos a este del PP, con su caterva de militantes católicos. Lo cual me lleva a cuestionar públicamente, en estos tiempos  de equiparación entre hombre y mujeres a toda costa, a qué están los poderes públicos esperando para  proponer una iniciativa de discriminación positiva similar al del cupo de mujeres en puestos políticos y que exija una equiparación en los altos cargos entre no creyentes y católicos. Porque si algo es mucho más escandaloso que la prevalencia masculina en puestos de responsabilidad, es la absoluta dominación de los católicos practicantes frente a los no creyentes o practicantes de otras confesiones en esos mismos puestos. Y eso, en esta sociedad de la que sólo representan al diez por ciento, es indicativo de muy mala salud democrática y del dominio absoluto de la política por una nomenclatura anclada al poder desde tiempos inmemoriales.
 
Además, y como guinda de este pastel que han montado a cuentas de la misa de La2, resulta que la iglesia católica es una de las mayores poseedoras de medios de comunicación de España. Dejando de lado su innegable influencia en el ámbito de la prensa escrita y de la radiodifusión, lo cierto es que los obispos son dueños o semidueños de 13TV, una cadena digital terrestre de ámbito nacional, y de PopularTV, una serie de cadenas locales vinculadas entre sí y con 13TV, con las que llegan a todos los rincones de la geografía nacional. Así que la cuestión de peso se centra –incluso para un católico practicante- en para qué narices hay que mantener la misa de la segunda cadena pública si la iglesia católica tiene medios propios más que suficientes para llegar a sus feligreses. Y ahí es donde los obispos de la Conferencia Episcopal, con Blázquez a la cabeza, patinan de mala manera, y como siempre, pretenden hacernos comulgar con ruedas de molino. Lo cual, a quienes ya dejamos de comulgar hostias de pan hace ya muchos años, no nos apetece en absoluto.
 

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