jueves, 26 de marzo de 2015

Catalanes de mierda

Los vergonzosos insultos en las redes sociales a los fallecidos en el accidente de German Wings, por ser muchos de ellos catalanes, resultan indudablemente aleccionadores respecto al clima de catalanofobia que existe en España, similar al de la judeofobia del siglo XV, que concluyó con la expulsión de los sefardíes de territorio español.  Esos insultos demuestran que la xenofobia es algo muy característico y persistente de pueblos extraordinariamente endogámicos, como los que habitan allende el río Ebro. El aislamiento geográfico de la península puede tener algo que ver con esa hostilidad hacia lo extraño y diferente (que ya se palpaba en notables intelectuales del siglo XIX y principios del XX), pero más probable me parece el mecanismo de aislamiento político y social inducido por las élites del país desde tiempo inmemorial. Todo ello reforzado con una visión religiosa muy temerosa de todo lo novedoso, moderno y sobre todo, transpirenaico. Una combinación de la caverna política y religiosa que resultó letal para la tolerancia española hacia lo ajeno.
 Al parecer la frontera de la desconfianza inducida se ha trasladado en los últimos cinco siglos (de "gloriosa historia común") hasta las riberas del Ebro, y  tras esa desconfianza (que  actúa como  un elemento potenciador de peores augurios) se ha instaurado un odio bastante cerril hacia todo lo que representa Cataluña, en un grado tan inmoderado que sólo puede explicarse porque a) existe un desconocimiento profundo de la realidad catalana y b) se alimenta de un interés específico en combatir el nacionalismo por la vía de la beligerancia agresiva más intolerante.
 Los contemporizadores (que también son cómplices necesarios) insisten en que eso son cosas de cuatro descerebrados, y que no responde al sentir general del resto de España. Esa táctica, la de minimizar cuantitativamente a los agresores por la vía de compararlos con una mayoría de la población, es totalmente incorrecta, porque omite los efectos cualitativos, que son mucho más poderosos que el mero número –nada despreciable- de quienes se divierten ultrajando a las víctimas, que catalanas o no, merecen todo el respeto que también merecemos los catalanes que aún estamos vivos. Baste significar que el odio xenófobo, racial o religioso no precisa de muchos militantes para causar un grave incendio. Y si no, que les pregunten a las víctimas de Al Qaeda o del Estado Islámico.
 La diferencia es que los de aquí, en vez de empuñar las armas para exterminar a los catalanes, empuñan el teclado de un ordenador, pero la intención es la misma. La rabia que rezuman sus mensajes es tal que, si apretando una tecla de su teléfono o tableta pudieran asesinar impunemente a alguien por el mero hecho de ser catalán, lo harían sin duda alguna. En realidad, el odio feroz y minoritario es mucho más peligroso que la mera reprobación mayoritaria, porque los militantes del primero suelen pasar con demasiada facilidad a la acción si se les permite. Y si además de permitírselo se les alienta desde determinados medios de comunicación  (ante la pasividad de las autoridades), lo más plausible es que el día menos pensado tengamos un problema mucho más serio que el de unos imbéciles publicando barbaridades en las redes sociales. 
 Está claro que el clima social es algo que se crea muchas veces espontáneamente, pero que la mano que mece la cuna es la encargada de abortarlo (por la vía civil, penal o militar, que decía aquél) o de alimentarlo de forma más o menos disimulada. En el caso español, sin ningún disimulo. Porque las ideas políticas se deben combatir en el campo de las ideas, pero nunca desde la descalificación sistemática o el insulto como eslogan, que es lo que media España ha estado haciendo en los últimos años con Cataluña, aprovechando el enorme grado de resentimiento de determinados personajes de origen catalán (Boadella, Tubau, Espada, etc.) contra el establishment político nacionalista de CiU y ERC. Resentimiento que puede estar justificado a nivel personal, pero que debe moderar mucho sus expresiones cuando se utilizan altavoces mediáticos para difundir su discrepancia. Ese feroz rencor que trasuda en cada uno de los comentarios, entrevistas o artículos de gente como Jiménez Losantos y mucho de sus discípulos (que sin embargo,  carecen de la talla intelectual de Federico, de quien parecen haber heredado únicamente su catadura moral) que se quedan tan anchos tachando a los nacionalistas catalanes de nazis. Actitud que abre la vía a la consideración de cualquier cosa es válida para acabar con ellos. Sin juicio de Nuremberg siquiera. Creo que no es estúpido considerar que del mismo modo que a nivel personal yo desearía la muerte de los asesinos de algún ser querido, me opondría radicalmente a ella desde una perspectiva pública (mediática o institucional). Porque ambas deben ser colindantes, pero en compartimentos estancos. Lo demás lleva al odio fratricida que tanto nos gusta exhibir en la península ibérica.
 Los políticos españoles siempre han utilizado la animadversión a Cataluña como arma electoral y como rédito clientelar hacia unas masas escasamente cultivadas y en general totalmente desconocedoras de que por las calles de Barcelona no vamos linchando a españoles, ni los tenemos esclavizados o marginados. Alguien debe advertir que posiblemente la región española con más integración de foráneos sea Cataluña (y utilizo el término integración en un sentido tan literal y amplio que no cabe discusión al respecto). Aquí no se excluye a nadie, lo que sucede es que muchos se autoexcluyen para luego poder generalizar sus protestas y la rabia que deriva de ellas. Lamentablemente por aquí conocemos a gente que se pasa el día berreando contra Cataluña y que jamás han tenido el más mínimo problema viviendo aquí, excepto que les molesta que hay quien hable catalán, aunque ellos jamás han tenido siquiera que intentar aprenderlo porque nadie se lo ha exigido nunca. Lamentablemente también muchos de los intelectuales que han avivado el fuego anticatalanista son antiguos residentes de aquí que afirman sentirse asfixiados por el clima nacionalista que se respira en las calles, cuando jamás han tenido el menor problema en la cola del super, o de compras por el centro, o de copas tras el cine o paseando por la calle Balmes. Su presunta asfixia es la traslación generalizadora de sus cuitas personales profesionales o políticas, pero que no tiene nada que ver con el clima general de la gente de a pie. 
Sin embargo, y como ya apunté anteriormente, cuanto mayores son los agravios, mejor es la autopercepción de la conciencia de quienes se sienten catalanes. Es un efecto bumerán que ya he señalado en otra entrada de este blog. La cohesión de un grupo se refuerza siempre ante los ataques de un grupo ajeno. La distancia emocional también se multiplica, y el sentimiento de alejamiento se traduce finalmente en desafección pura y dura hacia el otro colectivo, por muchos siglos en común que se hayan pasado juntos. En definitiva, es lo que siempre ha pasado con los judíos en todos los lugares donde no han sido directamente exterminados. Incluso en los Estados Unidos, la influyente comunidad judía refuerza su identidad incluso por encima de la norteamericana cuando perciben que Israel está en peligro. Por ese motivo, los mandatarios USA han de estar siempre muy atentos al estado anímico del lobby judío, porque de él depende en gran medida su capacidad de maniobra y de gobierno, y en última instancia, la posibilidad de ser reelegidos. Tras el sello de la Casa Blanca se esconde la marca de agua de la estrella de David.
 Aquí no, aquí ni se cuida el fondo ni se cuidan las formas con Cataluña. En definitiva, apelar al pasado histórico común cuando el presente es una zurra constante, es como mínimo hipócrita. Es como decirle a una esposa o un hijo maltratados que no se vayan de casa porque la familia tiene una gloriosa historia de decenas de años, mientras se les sigue insultando y amenazando en el presente. En ese sentido, la germinación del odio xenófobo y su abono continuado conducen a que los agredidos se identifiquen cada vez más con opciones rupturistas, al verse totalmente rodeados por una espesa maleza de naturaleza catalanofóbica. A muchos independentistas les he oído decir estos días que bienvenidas sean esas atrocidades que anidan en el corazón de muchos españoles. Sobre todo que sea bienvenida su expresión pública y notoria, porque eso refuerza la base socio-política del independentismo catalán. 
Y no está de más anotar que esos brutales ataques en las redes sociales demuestran, por activa y por pasiva, que sí existe el hecho diferencial catalán, porque la misma censura agresiva y excluyente hacia nuestra condición de catalanes -incluso después de fallecidos en un terrible accidente- lleva parejo el reconocimiento de que existe una diferencia no sólo abismal, sino también irreductible entre una gran parte de España y Cataluña. Entre unos españoles que, como los viejos franquistas, de Cataluña sólo quieren el territorio, pero no sus señas de identidad ni a quienes han construido el país durante siglos. De nacimiento o adopción, de pura cepa o de primera generación, pero todos ellos catalanes. De muchos, que como yo, llevan sangre  de muchas procedencias  en sus venas, y se sienten muy catalanes.
Catalanes de mierda, entre los que orgullosamente me incluyo.

3 comentarios:

  1. Joder, cuanto borrego,,, esto es un juego de las élites para que nunca habramos nuestras mentes y estemos siempre peleando en el redil que es allí donde les conviene a ellos que estemos... aquí es este caso y muchos otros, en otros paises son otros problemas de convivencia, guerras, atrocidades etc,, todo para manternernos en el redil... dejemonos de estupideces y demos batalla a los que realmente lo merecen,, los que nos controlan con toda estas gilipolleces para tontos de babas que es lo que somos...ni catalán ni español ni frances, ni aleman, ni sueco,,, somos seres pensantes, pues pensemos joder, pensemos.... cuanta tontería, madre de Dios

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  2. Han sido muchos años de "España nos roba" ; "Adopta un niño extremeño" ; "Los andaluces se pasan la vida en el bar " etc.... Aquellos polvos traen los lodos de la incomprensión actual ; Catalanes , marcharos de España y que os vaya muy bien, pero no nos jodais mas con vuestros insultos y vuestro victimismo.

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    1. También han sido muchos años de anular leyes democráticamente aprobadas por el parlament de Catalunya, de "españolizar" a los escolares catalanes, de recurrir leyes aprobadas con la mayoría del parlament ante el constitucional, por no hablar del estatut... de inventar bulos sobre el adoctrinamiento en las escuelas.. etc.

      A lo catalanes el victimismo, si, pero a los españoles el totilarismo del pp.

      No olvidemos que todo esto empezó con Javier Arenas al intentar ganar unas elecciones en Andalucía con la complicidad de la plana mayor del pp.

      Un pp que con ETA desmantelada estaba viendo como perdia redito electoral frente al psoe de zapatero..

      De esos polvos, estos lodos.

      Hay parte de culpa en ambos bandos!

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