viernes, 13 de septiembre de 2013

Jerarcas feudales y vasallos estúpidos

A algunos les puede parecer extrema la consideración con la que titulo esta entrada de blog, pero a mi, visto lo visto a lo largo de este año me da un no sé qué que empieza a soliviantarme contra mis conciudadanos, sobre todo por esa inercia pasiva y embobada con la que afrontan las grandes chingadas de nuestros políticos.
 
No está de más recordar que en los años 70, para conseguir sus objetivos absolutamente neoliberales –por mucho que enmascararan sus brutales actuaciones como una lucha “justificada” contra el comunismo- nuestros amigos americanos tuvieron que maniobrar para derrocar gobiernos y poner en su lugar a sangrientos dictadores que torturaron y mataron a diestro y siniestro para silenciar a las jóvenes democracias latinoamericanas, por poner un ejemplo.  Vamos, que amordazar a la sociedad civil no fue nada fácil y obligó a los brutales “milicos” a emplearse a fondo durante una buena pila de años.
 
Ahora el escenario es tan radicalmente distinto que asusta la mera comparación. Para conseguir los mismos fines que en los sangrientos 70, ahora nuestros jerarcas no han tenido que derramar ni una gota de sangre. A base de potencia mediática y de insuflar miedo en las almas de varias generaciones de occidentales vendidos sumisamente al conformismo consumista, están consiguiendo mucho más en este siglo XXI  que en los años setenta del pasado, y a un coste mucho menor.
 
Sin demasiado esfuerzo, con argumentos  presuntamente democráticos y  mintiendo abusivamente sobre los actuales “privilegios” de las clases trabajadoras  y la imposibilidad de mantener el estado del  bienestar, nuestros dirigentes políticos y económicos han abierto la puerta a un nuevo feudalismo aceptado por todos, bajo la excusa de que todos somos civilizados, estamos en estados de derecho y nos regimos por principios democráticos.
 
¿Pero es eso realmente cierto? Yo afirmo contundentemente que no, y dejo al lector la iniciativa para estrujarse las meninges y deducir donde está la falacia. Una falacia obvia desde la contemplación de sus resultados, puesto que estamos más amordazados que hace cuarenta años por la conjunción de fuerzas del dinero multinacional, la farsa de la globalización y el imperio de lo financiero sobre la sociedad civil y de la economía sobre la justicia social.
 
Nos creemos muy demócratas y en realidad somos una panda de vasallos apocados, que no rendimos vasallaje a la democracia, ni de lejos, sino a una serie de jerarcas semifeudales, que aspiran aún a mucho más de lo que nos han robado hasta ahora, y que nos irán usurpando el resto de nuestro bienestar y de nuestra dignidad sin pausa ni medida hasta que nos despertemos un buen día como lo que realmente vamos camino de ser, nuevos esclavos modernos y tecnologizados.  Nuestros señores feudales no necesitan de la violencia sangrienta, porque la ejercen cada día de forma soterrada y amenazante desde sus editoriales periodísticos, sus estudios de radio  y sus platós de televisión mediante su caterva de bufones a sueldo, esos que por unas pocas monedas de plata traicionan y engañan a la ciudadanía a diario. Es una violencia, como toda la violencia occidental actual, aséptica, psicológica, medida para no dejar marcas corporales, pero sí en nuestras mentes, aterrorizadas por la posibilidad de perder el cada vez más exiguo pedazo del pastel capitalista. Es una violencia transmitida por unos señores y señoras muy educados que elegimos cada cuatro años en el colmo del sarcasmo: que sea el propio pueblo quien escoja a sus verdugos. Verdugos de cuello blanco al servicio del señorío financiero de turno y de toda su corte de nobles de medio pelo, para su mayor gloria y beneficio. Y los vasallos la mar de contentos porque son libres de elegir la democrática espada con las que les rebanarán el pescuezo los lacayos del gran feudo occidental.
 
Mejor vasallo no hubo. Más estúpido tampoco.

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