jueves, 15 de diciembre de 2016

A vueltas con el IVA

El FMI acaba de solicitar, de nuevo, que España suba el tipo impositivo del IVA, especialmente en lo referente a los artículos con IVA reducido, como la restauración. Resulta extraño que un organismo teóricamente tan competente como el Fondo Monetario Internacional aborde esta cuestión sin tener en cuenta otros factores que indican una gran debilidad en la recaudación por impuestos y que son un clamor entre quienes se mueven en el ámbito tributario en España.

Aún a riesgo de provocar las iras de un amplio colectivo, muchos afirmamos que en España lo que falla descaradamente es un concepto que nadie se atreve a tocar, aunque los técnicos de Hacienda hace mucho tiempo que lo vienen señalando como una de las mayores fuentes de fraude tributario en este país. Un fraude entrecomillado, porque lo permite la legislación, y que además supone un serio agravio para la mayoría de los declarantes de IRPF, es decir, aquéllos que están sujetos a rendimientos por el trabajo por cuenta ajena. Un fraude consentido y enorme, del que tenemos ejemplos a mansalva y que podemos ver de forma continuada con nuestros propios ojos.

Resulta que según las propios datos de Hacienda, la renta media de los autónomos no alcanza los diez mil euros anuales, y supone menos de la mitad de la renta media de los trabajadores por cuenta ajena. Sin entrar en mayor detalle eso ya sería risible, por la sencilla razón de que las rentas del trabajo inferiores a doce mi euros suponen sólo un 41% del total de las declaraciones y corresponden, mayoritariamente, a pensionistas de jubilación antiguos, contratos a tiempo parcial y desempleados. Es decir, que la inmensa mayoría de los trabajadores a tiempo completo declaran rentas superiores a los doce mil euros, mientras que la inmensa mayoría de los autónomos declaran rentas inferiores en más de dos mil euros a ese importe.

Las organizaciones de autónomos declaran que son el colectivo que ha sufrido el impacto de la crisis en mayor grado, afirmación gratuita donde las haya, porque no existe ninguna prueba en ese sentido, y todos los indicios señalan que la tasa de desempleo durante los años de la crisis ha sido mucho mayor que la tasa de cese de actividad de autónomos. Además, resulta irrefutable que en los años de máxima bonanza económica –esos años en los que muchísimos autónomos se paseaban en coches de alta gama, mientras que en el trabajo por cuenta ajena los mileuristas eran legión- la renta media de los autónomos sólo llegó a encaramarse hasta unos insuficientes trece mil euros, aún muy por debajo de la renta media del trabajo por cuenta ajena. En realidad, la renta de los autónomos siempre ha sido prácticamente la mitad de la de los trabajadores por cuenta ajena durante toda la serie histórica, lo cual demuestra que el mal está profundamente anclado en la concepción misma del sistema tributario español.

Resulta tremendamente vergonzoso asistir a las protestas de los colectivos de autónomos, cuando todos somos testigos, cada fin de semana, de cómo muchísimos vehículos se demoran en los peajes de autopistas para obtener el recibo que les permita deducir gastos que sólo presuntamente son laborales. Cuando señalé está situación a un autónomo conocido mío, replicó bastante airado que los autónomos también trabajan en domingo. Por supuesto que sí, le dije, pero no van con los niños, la señora, las bicicletas y el equipamiento playero en una descarada exhibición de relajación dominguera. Como tampoco es fácil encontrar ni un solo profesional, ni siquiera del pequeño comercio, que abra no ya los domingos, sino siquiera los sábados por la tarde, con el recurrente argumento de que no les sale a cuenta. Así que eso de que los autónomos no tienen horario debe ser indudablemente cierto, pero sólo de lunes a viernes.

Ante la indignación de mi conocido le hice notar que la factura del restaurante donde habíamos comido había desaparecido  misteriosamente en su cartera, y como esa, la de tantos comensales que  a nuestro alrededor había, con evidentes signos de no estar trabajando. Y finalmente, le hice desistir de sus pretensiones cuando  reparé en que, según la ley de los grandes números (y los datos de otros países de nuestro entorno) la renta media de los autónomos debería ser como mínimo similar a la de los trabajadores por cuenta ajena. Así que estamos ante un fraude consentido de miles de millones de euros que Hacienda podría recaudar fácilmente si se modificara, de una vez por todas, la muy laxa legislación tributaria para los autónomos, en vez de convertirlos mediáticamente en una especie de mártires de la causa laboral, eso sí, bastantes de ellos convenientemente montados en sus  audis y mercedes.

Conviene recordar que, según n la normativa de Seguridad Social, muchos administradores de empresas han de encuadrarse obligatoriamente en el régimen de autónomos. Y me estoy refiriendo a un colectivo que gana mucho dinero y que tributa muy poco. Como también cotizan por la base mínima  a la Seguridad Social, ésa que cuesta trescientos euros al mes, aunque ingresen cantidades que superen en mucho la base de cotización que escogen (en la mayoría delos casos, por pura tacañería y falta de solidaridad). Eso sí, después se quejan del escaso importe de su pensión, o de las deficiencias en los servicios públicos, sin ser conscientes, tal vez, de que su actitud tiene bastante más de parasitaria que de contributiva.

A mí me parece escandaloso (y tengo la convicción de que quienes lean estas líneas y cotejen lo que digo con los ejemplos próximos que tengan a mano opinarán lo mismo) que el régimen de autónomos se haya convertido en un refugio de fraude tributario legal a costa de los que están siempre controlados hasta el último céntimo por Hacienda. Es un agravio y un insulto casi equivalente al de las célebres SICAV que permiten que los muy ricos tributen una ridiculez por su patrimonio y ganancias. Y es muy posible (sin tener datos a mano) que el importe del fraude legal de los autónomos sea equivalente o superior al de las denostadas SICAV. Por la sencilla razón que adujo en su momento un ministro del ramo: “se obtiene más rendimiento recaudando un poco de muchos, que cobrando mucho a muy pocos”.

Pues en el caso español, ni lo uno ni lo otro. Pero lo que es nítido y transparente es que los autónomos, considerados en su conjunto, no son esa especie de parias heroicos que la presión mediática nos quiere tatuar indeleblemente en el cerebro. La presión tributaria en este país es muy desigual, mucho más que en Estados Unidos, por ejemplo, y estoy por afirmar (aún a riesgo de encabritar a más de uno) que la desigualdad es más transversal que vertical. Al menos, por lo que respecta al colectivo de trabajadores por cuenta ajena con ingresos medios, respecto a sus equivalentes autónomos en el mismo rango de rentas. Esa desigualdad transversal es una vergüenza nacional y un insulto a más de la mitad de la población productiva española. Y alguien debería decir basta, porque ya está de bien de lloriqueos y lamentaciones de un colectivo al que se le permite prácticamente camuflar la inmensa mayoría de sus ingresos. O hinchar desmesuradamente sus gastos, que viene a ser lo mismo, por muchos topes que se impongan.

Y al Fondo Monetario Internacional bien le vendría dejarse de zarandajas y perogrulladas, y centrarse en los fallos del sistema tributario español, en vez de apostar por las medidas fáciles, que siempre son las menos equitativas. Claro que con una directora como la señora Lagarde, genuina sucesora de sus polémicos y perversos antecesores, nada es de extrañar.

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