miércoles, 17 de septiembre de 2014

Independencia y antifragilidad

En reiteradas ocasiones he argumentado a favor de la independencia de Catalunya desde una perspectiva no emocional. tampoco desde una perspectiva puramente económica, porque cualquier predicción económica es tan buena como echar una moneda al aire. Son ya muchos decenios de previsiones fallidas de altos organismos económicos mundiales y de laureados (autoproclamados) expertos en una materia en la que el mejor experto no puede predecir mejor que un parlanchín taxista de Brooklyn (sólo hay que ver en los últimos cinco años cuantas correcciones ha hehco el FMI o la OCDE a los indicadores de crecimiento económico. Mucha fórmula, mucho ajuste, pero la verdad es que rectifican cuatro a más veces al año. Lo cual lo único que indica es que sus indicadores no funcionan. Punto.

En ese sentido soy un independentista "talebiano" feroz. Y hoy voy a transcribir literalmente parte del último ensayo de Nassim Taleb titulado  "Antifrágil" (editorial Paidós, colección Transiciones, páginas 134 y sig.), con la intención de dejar bien claro que la independencia de Catalunya sería buena para sus habitantes, si descartamos las estrechas miras cortoplacistas. En ese sentido, repruebo agriamente a los colectivos de jubilados que decidirán, tanto en Escocia como aquí, el futuro de sus respectivas naciones. Porque son ellos, los que con su voto del miedo a perder las pensiones -que no sería el caso, por mucho que los voceros del ultranacionalismo español lo afirmen-  pueden echar a perder un proyecto que tal vez exija sacrificios ahora, pero sería para el bien de las generaciones futuras. Es decir, para sus hijos y  nietos. 

Antifrágil es todo aquello que se beneficia de lo aleatorio y de lo volátil. Que puede sufrir pequeñas pérdidas y oscilaciones a lo largo del tiempo, pero casi nunca una gran catástrofe. Antifrágil e slo que se fortalece con las situaciones de estrés. No e salgo simplemente robusto o resistente, sino algo que se beneficia de cierto tipo de estresores. La naturaleza es antifrágil, por ejemplo, y el mecanismo de su antifragilidad es la evolución. Dicho esto, cito a Taleb (que no es ningún desconocido: sus tres libros publicados hasta la fecha tienen millones de lectores, y él mismo es profesor de ciencias de la incertidumbre en la Universidad de Masschussets y en la London Business School. Por cierto, y por ello se ganó muchos rencorosos enemigos: fue el único que alertó ya en 2007 de la catástrofe financiera mundial que se avecinaba mediante su libro El Cisne Negro):

"Echemos un vistazo a la Europa anterior a la creación de más estados-nación de Alemania e Italia (vendidos como "reunificaciones", como si esos estados ya hubieran sido una unidad en un pasado romántico). Hasta la creación de estas entidades románticas, lo que había era una masa amorfa e inestable de ciudades-estado y pequeños estados en tensión permanente y con alianzas que cambiaban sin cesar. [...] Y esto nos muestra un aspecto reconfortante de los pequeños estados beligerantes: la mediocridad no uede afrontar más de un enemigo y una guerra aquí se convertía en una alianza allá. Siempre habái tensión en algún lugar pero sin grandes consecuencias, como las precipitaciones en las Islas Británicas; una lluvia fina  y constante que no causa grandes inundaciones es muchísimo más fácil de afrontar que lo contrario: unas sequías largas seguidas de lluvias torrenciales .

Naturalmente, el contagio que desembocó en la posterior creación de más estados-nación a finales del siglo XIX nos llevó a la que vimos con las dos guerras mundiales y sus secuelas: más de sesenta millones de víctimas. La diferencia enre guerra y no guerra se hizo inmensa....Era como si un interruptor activara un efecto de "el que gana se lo lleva todo" en el campo de la industria, como si predominaran los sucesos raros (los cisnes negros). Un grupo de estados pequeños es similar al sector de la restauración: es volátil pero nunca sufre crisis generalizadas, a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo en el (mastodóntico) sector bancario. La razón es que está compuesto por muchas unidades independientes pequeñas y que compiten entre sí: por separado no amenazan al sistema ni lo hacen saltar de un estado al otro. La aleatoriedad se distribuye en lugar de concentrarse.

Como nuestro amigo el pavo de Acción de Gracias, hay personas que se tragan ingenuamente la creencia de que el mundo es cada vez más seguro, algo que atribuyen, con la misma ingenuidad, al "bendito padre Estado". Es como decir que las bombas atómicas son más seguras porque estallan con menos frecuencia. [...] Cuando consideramos los riesgos no examinamos pruebas (que surgen demasiado tarde), sino que evaluamos posibles daños, y el mundo nunca ha sido más propenso a sufrir más daño que ahora, nunca. (nota: el síndrome del pavo se refiere a que un pavo bien alimentado y cada vez mejor tratado durante todo un año por su amo, prevé que el futuro será aún mejor, hasta que aparece un cisne negro impensable en el horizonte inmediato: cuando más satisfecho y esperanzado está es justo el día antes de que le corten el pescuezo para cocinarlo el día de acción de gracias. Una metáfora clarísima de lo que sucedió al mundo con la gran crisis de 2008).

[...]

Las características del riesgo de una confederación basada en un conjunto de municipios (al estilo de Suiza) son distintas de las del estado centralizado. El primero es estable a largo plazo a causa de alguna dosis de volatilidad"

Y añado yo, como aclaración, que el segundo es inestable a largo plazo porque pretende controlar la volatilidad al estilo de una olla a presión, que cuando revienta, se lleva todo por delante. Dicho de otro modo: a los grandes estados, igual que a los grandes bancos o los mastodónticos conglomerados industriales actuales, les sorprenden con mucha mayor facilidad esos cisnes negros que detonan imprevisiblemente y que tienen efectos devastadores a largo plazo. Cosa que a los entes más pequeños, flexibles, adaptados a la volatilidad y a la aleatoriedad inherente al mundo, no les sucede jamás. Véase Suiza.

El futuro es incontrolable, porque es aleatorio e incierto, es mucho mejor estar dentro de un sistema pequeño y dinámico, y que no pretenda la ingenua ficción de que la ultrarregulación y el tamaño desmesurado son antídotos contra el desastre. Todo lo contrario.

Así que espero que el futuro no sea de los grandes estados centralizados que han convertido el mundo en una especie de campo de concentración igualitario, pero que  ni aún así nos protegen del cisne negro. Confío en que algún día una mayoría social se de cuenta de la entelequia de "mejor unidos". Que perciba la mentira de la "Gran Europa sin fronteras". Que entienda que cuanto más grandes, mayor será la sensación subjetiva de estabilidad, pero que la dinámica del sistema tiende a causar, efectivamente, menos incidentes en un período dado de tiempo, pero de una magnitud muchísimo mayor.




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