martes, 6 de agosto de 2013

Personajes en busca de autor

Esta semana el PP nos depara tres personajes en busca de autor, parafraseando la célebre obra de Pirandello, sólo que los del genial autor italiano provocaban la risa del público, mientras que los de esta semana provocan la rabia, la tristeza y la repulsa, sobre todo. Son tres personajes que demuestran que el PP está más ceca del fascismo irredento de lo que nos quieren hacer creer sus dirigentes con sus cabriolas pseudoliberales.

Así que tenemos al alcalde de Baralla, que sin cortarse un pelo el muy hideputa, asevera en un pleno que los muertos del franquismo “se lo debían merecer”, lo cual pone de manifiesto el linaje democrático y respetuoso con la vida humana tan característico de muchos peperos de pro, que lo mismo estrechan la mano a su excelencia Rajoy que le darían matarile con la otra a cualquier adversario rojo, masón y separatista.

Que sí, que para españoles bien calzados tenemos a los cuadros populares, hombre, que para eso se fotografían con banderas nazis de fondo y amiguetes brazo en alto, para luego decir que no se habían dado cuenta porque todo sucedía a su espalda. Uy, qué despiste más infortunado, como le sucedió al concejal de deportes de Xàtiva, que debe unir eso del deporte a la Formación del Espíritu Nacional, de tan entrañable recuerdo.

Y ya la guinda, a nivel internacional, nos la da el señor Carroñero, perdón, Carromero, que de repente se descuelga con unas declaraciones infamantes acusando al gobierno cubano de haber asesinado a Oswaldo Payà. Claaaaro, claro, y por eso le dejaron a él con vida, un derechista contumaz, para que pudiera ir explicándolo a voz en grito. Ah, y también por eso accedieron a que cumpliera pena en España, para que pudiera cantar como una calandria. Y es que los cubanos, además de rojos y masones, son gilipollas, porque no se les puede aplicar aquello de separatistas. No te digo…..

En resumen, fuerte y raso: el PP tiene una gentuza en sus filas que más que repelús, dan miedo. Porque son aquellos para los que siempre ha valido todo, porque son los que desfiguran completamente el talante de una formación política que, por lo demás, cuenta con notables demócratas en sus filas, pero que no se atreve a apartarse definitivamente del ala ultra porque eso le restaría una más que considerable cantidad de votos.

Como siempre viene a acabar diciendo  Arturo Pérez-Reverte en sus artículos –que deberían ser de estudio obligatorio ya desde la escuela secundaria- ésta Ispahan es un hermoso país poblado por gentes en general detestables y gobernado por la más detestable de todas las chusmas que haya parido madre. Y encima el PP, que para eso tiene que ser como el primo de Zumosol de la política, incorpora a sus filas a toda una serie de fachas bravucones que luego lo resuelven todo pidiendo disculpas farisaicas con una sonrisa zorruna.

Y es que el problema del PP es que un porcentaje importante de su musculatura la han conseguido con anabolizantes muy tóxicos y que se infiltran en el democrático cuerpo político del estado de derecho. Y ahora se encuentra con que, en horas cada vez más bajas, no puede prescindir de chutarse cada día unas buenas dosis de demagogia hipernacionalista, hiperderechista e hiperantidemocrática. Lo malo es que de tanto hiperdopaje político, se le están dibujando al corpus popularis las formas de la esvástica y del yugo y las flechas por toda su geografía corporal, sin las cuales se queda fofo, sin tono  y sin resuello. Un PP conservador pero exquisitamente democrático no sería el PP, y lo que es peor, perdería un nutrido grupo de militantes y seguidores. Sería como  la audiencia de Intereconomía sin tertulianos soeces: menudo bajón.

Concluyo hoy con fragmentos del magnífico artículo que publicó Suso de Toro en “Eldiario.es” el pasado 23 de julio, con el título de “Los demás somos botín de guerra”. Como casi todos sus escritos, resulta aleccionador de cuanto he escrito antes, y mucho mejor escrito:

La falta de vergüenza de esta derecha española a algunos nos resulta obscena, pero no a ellos evidentemente. Muchos sentimos vergüenza ajena pero ellos ninguna. (…..)

 Me pregunto de donde viene esa falta de vergüenza, cuál es su origen, y creo que se trata de algo muy simple y evidente aunque todos estos años pasados hemos preferido no verlo: ganaron la guerra, el estado es suyo y nosotros somos su botín. Parece exagerado y difícil de creer pero con el franquismo y su continuidad sucede lo que se le atribuye al diablo, su mejor truco es hacer creer que no existe.

Las guerras se hacen para algo, para liquidar al adversario y quedarse con lo que tiene, el botín. Una parte del botín son las personas, unas trabajarán como esclavas y otras, singularmente los niños, serán educados ya en el culto a la nueva patria.
(……..)
El derecho de conquista y el botín son la clave de nuestras vidas. Los papeles robados a los catalanes por los fascistas y custodiados en el archivo de Salamanca no debían ser devueltos a sus dueños pues eran botín por “derecho de conquista”, esto lo decía desde un balcón salmantino, probablemente del ayuntamiento, un buen y conocido escritor hace pocos años. En la calentura de la movilización nacionalista local aquel intelectual verbalizó lo que no debía, lo que debe de permanecer velado para que pueda actuar, dijo la verdad oculta: aquí hubo una guerra y tuvo consecuencias, y esas consecuencias no desaparecieron mágicamente con la mágica Transición, lo que hizo ésta fue velarlas y pedirnos a todos que confiásemos en que nuestros deseos se harían realidad.

Si queremos podemos creer que es por casualidad y que no tiene consecuencias el que los dirigentes del PP hayan sido todos, desde su fundador, descendientes de familias con cargos y prebendas durante el fascismo pero eso sólo demuestra una buena voluntad mal entendida por nuestra parte.

Los franquistas son una casta. Rajoy es lo contrario de lo que dice ser y cuando dice que tardó en entrar en política se refiere a lo contrario: en vida de Franco él era un joven franquista y como tantos siguió la indicación que el general explicitó a los suyos, “haga como yo, no se meta en política”.  Y sólo entró en política cuando murió Franco y hubo que posicionarse en el nuevo juego. Él lo hizo en un grupúsculo, Unión Nacional Española, dirigido por Gonzalo Fernández de la Mora, un curioso intelectual reaccionario exministro franquista y totalmente leal al Régimen; naturalmente era contrario a la Constitución que se pactó y, lógicamente, absolutamente contrario a la recuperación del estatuto de autonomía de Galicia.

Rajoy se incorporó posteriormente al partido de Manuel Fraga Iribarne, AP, y siendo un señor adulto, habiendo ocupado cargos públicos y ocupando la presidencia de la diputación provincial de Pontevedra publicó dos artículos en la prensa viguesa explicando su ideario. Para ello glosó un libro de un periodista fascista, Luis Moure Mariño. Moure Mariño participó en los primeros días del golpe en el 36 y entró en la corte de intelectuales de la corte de los generales nacionalistas en Burgos a las órdenes de Dionisio Ridruejo con funciones de propaganda. En su libro argumentaba que la desigualdades sociales respondían a una necesidad humana impuesta por la genética y que Rajoy defendía y resumía en la constatación de que “los hijos de “buena estirpe” superaban a los demás”. El clasismo argumentado desde el racismo.

(…………)

El Estado, este Estado, es suyo, de los de "la estirpe" y por eso ni se molestan en disimularlo. Ellos no creen tener cara dura, simplemente disponen de lo que creen que es suyo y por eso, tras décadas de dimes y diretes, es evidente que patrimonializaron el estado: el estado español es suyo porque ellos son España. Cómo no va a ser suyo el Tribunal Constitucional para ponerle al frente a quien ellos quieran. Y ahora nos vamos a los toros a fumar un puro.

(……….)

Veremos como acaba todo, pero acaba. Ganaron la guerra, la posguerra y la democracia salida de la Transición. Consiguieron la hegemonía de sus ideas fundamentales entre la población (“la unidad de la patria”, “¡soy español, español, español!”) y nos entretuvieron a todos hipnotizados por un juego de trileros: lo privado funciona mejor que lo público, hay que concentrar las entidades financieras en unas pocas, hay que privatizar porque si no no dan las cuentas, hay que hacerse seguros privados porque el futuro aguarda, Rajoy era menos malo que Aznar; Wert o Gallardón eran “liberales y modernos”...

Hay que dejar el juego. Llegados a un final de etapa histórica toca balance en el juego en este casino: la banca gana y se queda con todo. Ellos, los franquistas, eran los dueños del casino. Hay que dejar el juego

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